TMti hijo me ha prohibido que lo nombre en la columna y mi mujer me exige que me refiera a ella como una que conocí una vez. Censurado y perseguido, me estoy quedando sin referencias así que no me queda más remedio que recurrir a soluciones de emergencia. Por ejemplo, a mi bisabuelo Severo, famoso en su tiempo porque más que severo era laxo, libre y aventurero. Mi bisabuelo fue un ceclavinero hecho a sí mismo que trabajó siendo mozo en ferreterías de Zarza la Mayor y Cáceres, que se dedicó luego al honorable oficio de viajante y que en uno de sus periplos comerciales se casó en Palma del Río con Carmen Velasco, bella dama acaudalada y huérfana con cuyo capital el bisabuelo se convirtió en rico intermediario. Además, se hizo con unas bodegas en la calle Postigo de Cáceres donde almacenaba su vino, premiado con medalla de oro en la Exposición de Barcelona.

El bisabuelo era un caballero novelesco, como me recuerda el fotógrafo cacereño Juan Guerrero, que lo conoció porque en la taberna de su padre en la calle Parra, Casa Juan, acostumbraba a hacer los tratos. Rememoraba Juan la faceta libertina de mi bisabuelo, que tenía mesa reservada en el café Avenida para admirar a bailarinas tan espectaculares como la cubana Trudi Bora, que en cuanto lo veía llegar le cantaba: "A la una viene don Pedro, a las dos viene don Juan y a las cuatro don Severo con el chapeu por el zaguán". En fin, todo un personaje del que mi madre y mi tía Consuelo me prohibirán volver a escribir, pero la historia contada está.