Muerto el perro, se acabó la rabia, asegura la sabiduría popular. No en el caso de Terri Schiavo, porque el fallecimiento el jueves de la desdichada mujer de Florida ha atizado aún más el rencor y las disputas entre su esposo, Michael Schiavo, que peleó ferozmente por no prolongar su vida de forma artificial, y sus padres, Bob y Mary Schindler, empecinados en mantenerla en el estado vegetativo que padecía desde 1990. "Sólo si los Schindler se disculpan, podría haber paz", declaró ayer el hermano de Michael, Scott Schiavo, cuando el cuerpo de Terri aún no se había enfriado.

Suegros y yerno continuaron peleándose por todo: desde qué hacer con los restos mortales de Terri hasta dónde llevar a cabo su funeral. Los Schindler, que son católicos devotos, insistieron en que fuese enterrada en Florida, mientras que Michael Schiavo decidió que fuera incinerada. Una vez más, fueron los jueces quienes se encargaron de decidir, y volvieron a alinearse con el esposo. "Michael Schiavo, como tutor legal, tiene derecho a disponer sobre sus restos tras su fallecimiento", sentenció el juez George Greer de Florida, uno de los 40 que han intervenido en este caso sin precedentes.

Las cenizas de Terri, una vez completada la autopsia que determinará el alcance de sus daños neurológicos, serán enterradas en un lugar no revelado y cercano a Filadelfia, muy lejos de Florida, donde la enferma falleció y residen sus padres. De esta manera, su viudo tratará de impedir que sus exsuegros acudan al cementerio y conviertan una ceremonia privada en un circo similar al montado las últimas dos semanas ante la clínica donde estaba Terri.

Una misa en su memoria

"Esta gente no ha hecho otra cosa que manipular, demonizar a mi hermano y vilipendiarle como si fuera un asesino", clamó el jueves ante la cadena televisiva CNN otro de los hermanos de Michael Schiavo, Brian, movilizado en su defensa. No obstante, el viudo tuvo un gesto de buena voluntad hacia los padres y aceptó que el martes o miércoles próximo se celebre una misa en su memoria.

Ni siquiera el tránsito mortal logró que los dos bandos declarasen una tregua. Terri murió en brazos de su esposo, "de forma tranquila, pacífica y suave", y con un muñeco de peluche bajo el brazo, aseguró el abogado de Michael Schiavo, George Felos. Pero los hermanos de la enferma pusieron el grito en el cielo y acusaron al esposo de bloquearles la entrada en la habitación en ese delicado momento. "La crueldad continuó hasta el último momento", denunció en su nombre el padre Frank Pavone, asesor espiritual de los Schindler, al describir lo que calificó de "asesinato" de Terri. "Ella tenía derecho a experimentar sus últimos momentos en esta tierra en un espíritu de amor y no de acrimonia", replicó inmediatamente Felos.

El otro frente

Los Schiavo y los Schindler no fueron los únicos que siguieron ayer en pie de guerra por la odisea de Terri. En el Congreso, Tom DeLay, el ultraconservador jefe de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, aprovechó para arremeter contra "los tribunales arrogantes y fuera de control", que respaldaron al maridurante siete años de pleitos.

DeLay, principal promotor de una intervención extraordinaria del legislativo y del presidente Bush en este caso, denigrada por la prensa y rechazada por dos tercios de los estadounidenses, advirtió que su partido "investigará" cómo se atrevieron los jueces a "no participar en favor de Terri en contra de lo que el Congreso y el presidente les pidieron que hicieran".