Primera hora de la mañana. Café, prensa y los parroquianos acodados en la barra. En ningún otro sitio como en los bares se toma el pulso al pensamiento ciudadano. Un titular, una noticia, un artículo y de repente, surge el comentario, la mayoría de las veces de hastío ante tanta declaración hueca de los representantes políticos.

"Los caminos se andan con la verdad por delante". Miré al hombre que, a mi lado, había pronunciado estas palabras. Animado ante la muda interpelación, me hizo partícipe de sus reflexiones. Estaba convencido de que los políticos nos tomaban a todos por tontos, como si no nos diéramos cuenta de lo que pasa. Se remontaba en sus palabras a los primeros meses de la crisis, cuando era negada por el presidente del Gobierno para tener que reconocer ahora lo que todos sabemos hace mucho tiempo, que la situación es muy complicada y que la escalada de las paredes del agujero en el que estamos metidos, se presenta difícil. No bastará con una simple cuerda para salir a la superficie, habrá que echar mano de maquinaria especializada. Mientras se calentaba las manos en la taza del café con leche, este editorialista callejero dudaba de que quienes gobiernan sepan qué herramientas son las adecuadas para el rescate, y además, decía, en la tarea hace falta el concurso de todos. No puede ser que haya quien ponga obstáculos, ralentizando el ascenso simplemente para poner de manifiesto la incapacidad del contrario porque, una cosa es querer ganar las próximas elecciones y otra que, para conseguirlo quieran que sigamos hundidos para presentarse luego como salvadores. "La verdad por delante" repetía entre sorbo y sorbo. Se confesaba harto de unos y otros, harto de tanta palabra vacía, de tantas declaraciones que buscan llenar la bolsa de los futuros votos, harto de que, en beneficio de todos, no vayan con la verdad por delante.