Halloween es la noche en la que, según una tradición de origen celta, se abren las puertas que separan a los vivos de los muertos. Pero en EEUU las autoridades temen más a los pederastas y los abusadores sexuales violentos que a los zombis, brujas y fantasmas, y por ello diversos estados se han embarcado en varias iniciativas, no exentas de polémica, para evitar que en la celebración de la fiesta de anoche los condenados por abuso sexual tuvieran contacto con menores.

En Maryland, por ejemplo, las autoridades obligaron a los 1.200 abusadores en libertad condicional o vigilada a colocar en las puertas de sus casas las típicas calabazas de la celebración pero con un cartel que dijera "no hay caramelos en esta residencia", para evitar que los niños se acercaran al lugar en la tradicional petición de dulces. Ante la controversia que generó la elección de la calabaza para el letrero, los agentes distribuyeron carteles más sencillos sin calabaza y con el mensaje "no hay caramelos".

Otros estados llevan años empleando estrategias similares e incluso más radicales. En Luisiana, los abusadores tienen prohibido ponerse máscaras (algo vetado también en el Carnaval); en Virginia, los pederastas considerados con alto riesgo de reincidencia tenían que asistir ayer a las oficinas de sus agentes de libertad condicional, y en California --en la llamada operación Boo-- la policía hizo rondas por sus casas.

La intensificación de los controles no ha estado exenta de críticas. Hay quien denuncia, por ejemplo, que las autoridades no hayan hecho en todos los casos distinciones entre los pederastas y quienes abusaron de adultos. Y en Misuri, un grupo de defensa de los derechos civiles intentó bloquear controles en los tribunales, argumentando que se incluían también a antiguos abusadores que ya han cumplido sus condenas. Primero un juez les dio la razón, pero otro tribunal los reinstauró.