En el combate contra un virus como el H1N1, una de las acciones más útiles es el trabajo de investigación sobre el terreno, especialmente donde se sospecha que se originó la enfermedad. Y ayer, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC, en sus siglas en inglés), la agencia federal que coordina la respuesta de Washington, anunció que ya tiene un laboratorio en México.

Allí, 11 de sus científicos trabajan en diagnosis y confirmaciones de la presencia del virus, analizando riesgos y tratamientos.

La agencia con sede en Atlanta ha trasladado también a otros 23 científicos a distintos estados de EEUU, donde el virus continúa extendiéndose. Según el último cómputo oficial, ayer había 109 contagios en 11 estados. Solo se había contabilizado una hospitalización más que 24 horas antes.

El presidente, Barack Obama, insistió en su rechazo a sellar la frontera con México --"sería como cerrar la puerta del establo cuando los caballos ya han salido"-- y recordó la importancia de lavarse las manos con frecuencia y taparse boca y nariz al toser. "Suena trivial, pero marca una enorme diferencia --dijo--. Si está enfermo, quédese en casa. Si su hijo está enfermo, sáquelo del colegio. Si siente ciertos síntomas, no se monte en un avión".

El mismo mensaje, pero en términos más alarmantes, lo repitió ayer el vicepresidente, Joe Biden, que llegó a asegurar que ha dicho a varios miembros de su familia que no vayan a ningún sitio en espacios cerrados, como aviones o el metro. Su portavoz y el de la Casa Blanca matizaron las palabras.

El tono de calma volvía a manifestarse ante la información de que un miembro del equipo de Obama que viajó a México para preparar la visita del presidente el 16 de abril pudo contraer el virus.