La órbita terrestre es un lugar frío y guarro. Tras décadas de lanzamientos de satélites, está poblada por cientos de miles de objetos y piezas inútiles que giran y giran sin que nadie sepa del todo qué hacer con ellos. Diez días atrás, la agencia dedicada a la investigación del Departamento de Defensa estadounidense hizo un llamamiento general --dirigido a gobiernos, empresas e incluso individuos-- para dar con "soluciones que permitan eliminar los desechos de forma efectiva". La poco común solicitud de ayuda viene a significar dos cosas: que tras décadas de enfocar el asunto con escepticismo, Estados Unidos --junto a otros países-- está verdaderamente preocupado por el problema; y que desconoce cómo resolverlo.

"Desde el comienzo de la era espacial, hace más de 50 años, más de 35.000 objetos construidos por el hombre han sido catalogados por la Red de Vigilancia Espacial estadounidense --explica el Gobierno en su nota--. Casi 20.000 de esos objetos continúan en órbita, y el 94% de ellos no están en funcionamiento. Estas cifras no incluyen los cientos de miles de piezas demasiado pequeñas para ser catalogadas, pero lo suficientemente grandes para suponer una amenaza".

La amenaza, cada vez más cercana debido al incontrolado aumento de la basura extraterrestre, consiste en que alguno de estos objetos --se calcula que una moneda viaja en órbita a 10 kilómetros por segundo y tiene la misma fuerza de impacto que un autobús que circula a 100 kilómetros por hora-- choque con una nave espacial de grandes dimensiones, reduciendo esta a cientos de piezas que empezarían una reacción en cadena, una lenta cascada de colisiones que podría prolongarse durante siglos. El pasado marzo, por ejemplo, los tres astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS) tuvieron que refugiarse en una nave de emergencia tras detectarse la llegada de un pedazo de chatarra.

Y el riesgo crece cada año. Una veintena de países tienen ahora con la capacidad de lanzar objetos al espacio, pero pocos de estos cuentan con rígidos protocolos de seguridad, por lo que la porquería sigue creciendo: solo durante el primer trimestre de este curso, según la NASA, la basura creció un 9%, tras la colisión de dos satélites privados uno ruso y otro norteamericano, ambos fuera de servicio el 10 de febrero.

"Hay un proyecto alemán que consiste en una especie de camión de la basura espacial que tendría que recoger la chatarra y después enviarla a una órbita más baja para que fuese incinerada al entrar en la atmósfera --explica Josep Maria Casas Sabata, especialista en gestión de residuos--. También se considera incorporar en los satélites cables de varios kilómetros que, al acabar la vida útil del satélite, provocarían su frenada y precipitación hacia la atmósfera.