Febrero parece hace una eternidad. Era hace solo dos meses cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguraba a sus ciudadanos que el país tenía el coronavirus totalmente bajo control. Promovía entonces también la teoría de que el virus se debilitaría al llegar a abril y al tiempo más cálido. En el tiempo transcurrido Trump ha ido adaptando poco a poco su mente, su discurso y sus acciones a una realidad mucho más trágica, una que este fin de semana golpea con horribles cifras. Con 19.701 fallecidos según los últimos datos de la Universidad Johns Hopkins, EEUU es ya el país donde la pandemia se ha cobrado más vidas, superando los 19.468 de Italia.

La nación, donde la crisis se ha visto exacerbada por fallos y retrasos iniciales en la respuesta federal y por la falta de una política unificada emanada desde Washington que ha creado un puzle de medidas estatales a distintos ritmos e intensidad, acumula ya más de medio millón de casos de contagio de los 1,72 millones de todo el planeta. El viernes, además, se convirtió en el primer país con más de 2.000 muertos en 24 horas.

Solo el estado de Nueva York, con 20 millones de habitantes que representan menos de la mitad de la población de España y un tercio de la de Italia, supera con cerca de 175.000 casos detectados los registrados en los dos países europeos. Y en su principal metrópolis son casi 100.000 los contagios identificados y 6.000 los fallecidos.

Las noticias positivas dentro del horror parten de datos como los facilitados por el gobernador neoyorquino Andrew Cuomo, que este sábado aseguraba con cautela que los datos de hospitalizaciones, ingresos en unidades de cuidados intensivos e intubaciones apuntan a que se ha alcanzado el pico y se ha entrado en una fase más estable. El sistema sanitario neoyorquino, además, se preparó para los peores escenarios pero finalmente no se ha visto sobrepasado y, por ejemplo, no está siendo necesario el uso de todas las camas preparadas en hospitales de emergencia habilitados.

El debate sobre la reapertura

El reto que enfrenta ahora el país es cuándo y cómo tratar de ir reabriendo el país y una economía en la que solo en tres semanas 16 millones de estadounidenses han perdido sus empleos a la vez que se intenta mantener el control de la emergencia sanitaria, una decisión que Trump el viernes calificó como la mayor que he tenido que adoptar nunca.

Ese debate se replica a nivel estatal y en Nueva York este sábado ha servido además para dar señales de la batalla entre el gobernador Cuomo y el alcalde Bill de Blasio, dos demócratas que han pasado de colaboradores a enemigos íntimos. El primer edil ha anunciado que las escuelas públicas, con 1.1 millones de alumnos el mayor sistema escolar de EEUU, permanecerán cerradas al menos hasta septiembre. Horas después Cuomo ha negado que el alcalde tenga autoridad para tomar esa decisión.