Esta pesadilla vertiginosa también ha distorsionado la percepción temporal: ha pasado menos de un mes desde que el mundo veía los hospitales desbordados y cadáveres amontonados en China como un apocalipsis lejano y pontificaba sobre la ruina comunista. Los equipos médicos partieron esta semana de Wuhan con la misión cumplida mientras se acumulaban los estragos en el primer mundo. China ha pasado de zona cero a refugio.

El país ha registrado un solo contagio local en los últimos cuatro días. Los casos importados por viajeros, en cambio, rozan ya los 300 y suponen casi el 90 % de las dos últimas semanas. Solo la temida “segunda ola” pospone los cantos victoriosos y Pekín mira con aprensión al caudal de retornados desde zonas calientes. Desde la prensa oficial se alerta de que una cerilla prende el prado y China impone condiciones cada día más estrictas. Apenas tres semanas atrás no era requerida ninguna cuarentena, después se impuso la domiciliaria y ahora es preceptiva cumplirla en un hotel designado por las autoridades y pagar la factura.

Solo unas pocas excepciones permiten ahora el confinamiento domiciliario y la decisión, en todo caso, recae en comités vecinales a los que el comprensible miedo aconseja alejar el problema. Yidan, empresaria, desvela desde Bangkok que sus padres recibieron la llamada de las autoridades locales de su Hangzhou natal. “Les desaconsejaron que regresara, les advirtieron de que me someterían a un control muy estricto. No es una prohibición, pero quería volver y he cambiado de opinión”, señala. Pekín ha recomendado a los estudiantes que no vuelvan si no media una causa de fuerza mayor.

El efecto del miedo

El miedo, sin embargo, sigue estimulando el flujo. Los billetes de avión se agotan a pesar de que la demanda ha doblado o triplicado sus precios y Pekín ha tenido que habilitar hoteles de confinamiento en la vecina Tianjin o Hohhot (Mongolia Interior).

Fang Tianyu, estudiante de 19 años, regresó la semana pasada a Pekín desde Toronto en un avión atestado de compatriotas. Sus aterrorizados abuelos le llamaban a diario, su instituto había cerrado, los vuelos ya escaseaban y temía que China cerrase sus aeropuertos. “Allí no se lo toman en serio. La gente sigue saliendo y los líderes no están preparados, decían que era una gripe y solo les preocupaba la economía. Lo ven como un virus extranjero, algo que puede afectar a China o Irán pero no a ellos”, señala por teléfono desde su cuarentena domiciliaria. Tanto sus vecinos como los guardias de seguridad de su complejo fiscalizan que la cumple y cada día envía dos veces por wechat (el whatsapp chino) su temperatura a las autoridades.

Rencor de clase

Late cierto rencor de clase hacia los compatriotas que medraron durante años en el extranjero. “Cuando estábamos construyendo nuestra patria, no os podíamos encontrar. Y ahora os apresuráis a recorrer miles de kilómetros para extender entre nosotros el virus”, clamaba esta semana un presentador televisivo. Algunos repatriados han mostrado más apego a los derechos individuales occidentales que a la mentalidad confuciana que prioriza el bien social. Por las redes sociales se viralizó el vídeo de una mujer australiana de origen chino que salió a correr en su primer día de cuarentena. Las palabras del policía, tras chequear su pasaporte, evidencian el clima: “¿Por qué has regresado? ¿Se preocupó Australia de cuidarte? Solo tu patria es responsable de ti ahora”. Fue despedida por su empresa y su visado ha sido revocado.

Pekín repite estos días que las desquiciantes cuarentenas pasadas habrán sido inútiles si no se atajan los contagios del extranjero. Y ante el deterioro de la situación mundial, no es previsible que baje la amenaza. Un caso resume el drama: tres hospitales de Boston rechazaron el ingreso de una mujer china con evidentes síntomas de coronavirus y esta acabó volando hacia Pekín. Fue diagnosticada en el aeropuerto y afronta cargos criminales por mentir sobre sus síntomas y poner en peligro la salud del resto de viajeros. Es improbable que sea la última ciudadana desesperada que busca el asilo médico en China.