Todavía con los ecos de la resaca por el recibimiento del Premio Príncipe de Asturias, Miquel Barceló se dispone hacer dos de las cosas que más le gustan: viajar y exponer. Será esta semana y en Sao Paulo (Brasil), una ciudad que le entusiasma y "más ahora con Lula", y a la que llevará una ambiciosa muestra con 47 obras realizadas entre 1984 y 2003.

Una exposición bastante representativa del trabajo de Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca 1957), según él mismo explica, y en la que se verán esculturas, obras sobre papel, su trabajo inspirado en Africa, con sus barcazas y siluetas negras, y cuadros muy grandes, que lleva preparando durante mucho tiempo.

"He tenido que pensar esta exposición mucho porque luego se verá en distintos museos y ciudades, como en México, y no es fácil tampoco que te dejen los cuadros para tanto tiempo. Una tercera parte de la exposición contiene obras de los últimos años", dice el pintor joven más cotizado y exportable de España.

Mucho tiempo ha transcurrido ya desde esos comienzos, pero Barceló asegura que le interesa más lo que le queda por hacer que lo ya hecho. "Nunca pienso en lo que ya está hecho, sino en lo que se está haciendo. Mi obra no está acabada, siempre está en proceso", dice.

Aunque en este proceso de búsqueda, Barceló siempre ha mantenido tres constantes: la vida, el paso del tiempo y la muerte. "Estos temas son fundamentales en mi trabajo, pero creo que es una constante del arte en general", argumenta un Barceló, que afirma que el arte "no es un reflejo de la vida sino una forma de vida", una forma de entender la vida que no ha cambiado en nada hasta ahora.