Cabizbajo y sin dejar de mirarse las manos. Así permaneció José Enrique Abuín, alias el Chicle, durante la primera sesión del juicio por el asesinato, violación y detención ilegal de Diana Quer el 22 de agosto del 2016. El Chicle, que acudió ayer vestido con jersey gris y chaqueta vaquera, con una barba similar a la que tenía hace unos meses en el juicio por el rapto de la chica de Boiro, aunque con el pelo más corto, se refugió tras el monitor de uno de los ordenadores de la sala de vistas de la Audiencia de La Coruña de los argumentos de la fiscalía y la acusación, que piden para él prisión permanente. Hasta que llegó su momento de declarar. Entonces, el veterano delincuente, se plantó junto al jurado popular y, sin titubeos, con las manos entrelazadas sobre su regazo, empezó a despachar su versión.

«Mi intención no era matar a Diana, yo estaba robando gasóleo de los camiones de los feriantes y me la encontré de frente. Pensé que era una de ellos y, como yo tenía pendiente entrar a prisión por una condena por narcotráfico y no quería tener problemas con los gitanos, me dirigí a ella y la agarré por miedo a que me delatara», aseguró.

Sin apenas variar su última declaración, Abuín insistió en la tesis de la muerte accidental: «Le eché la mano al cuello, ella se fue hacia atrás, intentó empujarme, pero yo no me aparté. Entonces le eché la mano izquierda sin darme cuenta de la presión que hacía. Se quedó parada, le di dos o tres golpes en la cara, pero ya no se movía».

Contradiciones / El Chicle negó que violara a Diana antes de matarla y arrojarla al pozo de una antigua fábrica de muebles abandonada, donde mantuvo lastrado el cuerpo durante 16 meses: «No la toqué. Le saqué la ropa por miedo a que quedaran restos de mi coche, pero solo le saqué la blusa, el pantalón y el calzado, la ropa interior no». Aunque más tarde, a preguntas de la acusación, matizó este extremo de su declaración, contradiciéndose: «No me fijé si Diana llevaba sujetador y tanga. No sé si la ropa interior salió con el resto de la ropa o no, porque lo enrollé todo y me lo llevé de vuelta en el coche».

ESCENARIO DE TERROR / Para el ministerio público no hay dudas: «El acusado llevó a Diana viva a un sitio propio de una película de terror y allí la violó y asesinó con una maldad brutal». Una imagen que el Chicle trató de desdibujar de la mente de los miembros del jurado durante su declaración: «Allí no había ninguna cama, no sé si algún sofá», afirmó, tratando de desvirtuar el retrato de «lugar apartado e idóneo para que Abuín campara a sus anchas» que había trazado también el abogado de la familia de la víctima, Ricardo Pérez Lama. «¿Para qué detuvo a una chica joven y guapa si no es para agredirla sexualmente? Recordemos que Diana apareció desnuda y con las piernas abiertas», inquirió el letrado al tribunal popular.

Notoria fue la intervención de la abogada de Abuín, Fernanda Álvarez, que consiguió captar toda la atención del jurado con una exposición clara y cercana: «En pleno siglo XXI no se encontró ADN del acusado en el cuerpo de Diana. ¿Saben por qué? Porque no la violó, no se puede violar telepáticamente».

IRÓNICO Y CHULESCO / El Chicle sorteó las preguntas de todas las partes tranquilo a lo largo de poco más de una hora, e incluso se permitió responder con ironía y un cierto aire chulesco al abogado de la acusación cuando le preguntó si le gustan las mujeres altas, morenas y guapas, en clara alusión a la fallecida Diana: «De todo tipo, como a todo el mundo», bromeó el acusado.

Solo se mostró algo inseguro cuando mencionaron a su mujer, Rosario. La fiscal recordó cómo la usó, a ella y a sus cuñados, para «crearse una coartada» que lo descartara como sospechoso ante los investigadores: «Le pedí a mi mujer que como estaban muy encima les dijera que aquella noche estaba conmigo», reconoció el Chicle, que también se puso serio para declarar sobre el momento en que se derrumbó ante los guardias civiles a los que tuvo en jaque durante 16 meses y desveló el paradero del cadáver de Diana: «Me decían: ‘Vas a ver salir a tu mujer esposada y a tu hija no la vas a ver más’. Decidí decir dónde estaba el cuerpo a cambio de que mi mujer, que estaba detenida, quedara libre».