Driss L., un marroquí de 43 años, vio cómo el conductor hablaba solo tras el accidente y aludía constantemente a "problemas mecánicos". Los demás no daban con una explicación clara sobre lo que pudo pasar en la A-2. Lo único que tenían era miedo y pocas ganas de volver a coger un bus.

Godspower A., un nigeriano de 25 años, permanecía anoche en el hospital. Hace tres años aterrizó en Madrid, pero decidió mudarse a Barcelona para buscar un trabajo. "Ahora tengo heridas y me duele todo", se lamentó Godspower. "El conductor corría mucho. Aceleró y luego no pudo controlar el autobús", afirmó.

En la habitación contigua, Josep Maria, de 25 años, natural de Barcelona, explicó que el chófer no reaccionó. "No noté que frenara o intentara girar. Nos fuimos hacia la izquierda y desde que el autocar empezó a pisar el arcén hasta que chocó recorrimos unos 200 metros. En ese tiempo no reaccionó, cuando lo normal es reaccionar al instante", manifestó sorprendido. "No vuelvo a coger un autobús en mi vida", aseguró.

Oswaldo Peña, venezolano de 28 años, apenas podía contener los nervios mientras relataba la angustia que vivió inmediatamente después el accidente. "Sólo me preocupé de sobrevivir. Cuando me percaté de que estaba bien me interesé por la muchacha que estaba a mi lado, que tenía un dolor muy fuerte en las costillas, y comencé a ayudar en lo que pude. Había heridos por todos los sitios, con muchas fracturas y muchos cortes. Pedían auxilio y gritaban, pero todo estaba muy oscuro".

A Oswaldo le despertó de un codazo su compañera de asiento y los gritos del resto del pasaje. "El autobús comenzó a vibrar, a dar saltos. Grité con todas mis fuerzas y a continuación oí un golpe fuerte. Fue durísimo. Salí como pude, me toqué el cuerpo, vi que no me faltaba nada y ayudé en lo que pude", añadió.