Jaime Jiménez es un tipo habilidoso. El atracador de bancos conocido como el Solitario, el delincuente más codiciado por la Policía hasta su detención en Portugal el lunes pasado, tenía una sofisticada forma de hacerse con armas: las compraba en internet, en estado defectuoso, y después, en la nave industrial que tenía en Pinto (Madrid), las reparaba con suma meticulosidad. Incluso llegó a modificar los cañones de algunas y fabricó sus propias granadas. "Un auténtico manitas", dicen de él los agentes que lo investigan.

En la sede de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, ayer, pudo verse parte de los instrumentos del presunto asaltante de más de 30 bancos y responsable de la muerte de dos guardias civiles en el 2004. Allí estaban diversos manuales sobre fabricación de explosivos y uso de armamento --En la línea de fuego, rezaba el título de uno de ellos, en inglés--, ametralladoras, un fusil de asalto, armas cortas y, también, 18 cuadernos escritos de su puño y letra, una especie de crónicas de sus delitos. En esas hojas cuadriculadas, Jiménez, quien siempre redactaba a bolígrafo y siempre subrayaba con rotulador, dejó constancia de los planes y ejecución de sus asaltos a bancos.

PLANES TROPICALES Cuando la Policía portuguesa lo detuvo a las puertas de una sucursal bancaria de Figueira de Foz, el Solitario, que en ese momento llevaba chaleco antibalas y las palmas de las manos completamente cubiertas de esparadrapo para no dejar ninguna huella, tenía grandes planes, sentimentales e inmobiliarios. Se trataba de su último golpe. Con el dinero de su robo, Jiménez iba a pagar la entrada de una casa en Ribeirao Preto, un municipio brasileño del interior del estado de Sao Paulo. Allí le esperaba una novia carioca, con la que pensaba vivir y montar una empresa dedicada a la producción de etanol, un tipo de combustible muy extendido entre los vehículos de Brasil.

El de Figueira de Foz fue, como había planeado, su último golpe. Siempre había tenido la suerte de cara, pero el lunes pasado nada salió como había planeado. Ahora, el Solitario se encuentra en la cárcel de Coimbra, donde fue enviado tras su comparecencia judicial de anteayer. En los juzgados de la localidad portuguesa en la que cayó, Jiménez tuvo una curiosa transformación. Entró avergonzado y salió bufón. El detenido guardó silencio ante el juez y pidió que le cubrieran la cabeza al salir del edificio, pero un agente luso le vino a decir que eso no era propio de un delincuente tan famoso. Fue entonces cuando, enorgullecido de su estatus criminal, soltó la ya popular frase de "Hola a todos, soy el Solitario. ¡Salud, españoles!".

Según el director general de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, esta actitud del detenido muestra que es "un paranoico". Jiménez ya fue eximido del servicio militar debido a esta enfermedad psiquiátrica, pero es poco probable que ahora le vaya a salvar de la cárcel.