El maquinista del tren siniestrado en Santiago de Compostela, Francisco José Garzón Amo, se derrumbó y rompió a llorar el domingo por la noche cuando el magistrado que instruye la causa, Luis Aláez, le hizo escuchar la grabación de la llamada que el propio Garzón hizo al centro de emergencias de Renfe minutos después de descarrilar. Minutos antes de eso, sereno, tranquilo y entero, el único imputado por la segunda peor tragedia ferroviaria de la historia de España asumió la responsabilidad en un siniestro con una cifra provisional de 79 muertos: "El tren iba bien. Fue solo fue culpa mía. Me despisté", declaró al juez.

Fuentes al corriente del interrogatorio, de casi dos horas, relataron ayer que la actitud de Garzón fue muy colaboradora y que respondió con detalle a todas las preguntas del magistrado Aláez y del fiscal Carlos Roma. Narró que se encontraba bien. Que había descansado. Que no había tenido ningún percance ni disgusto en las últimas horas que le hubiera afectado. Y que cuando tomó los mandos del Alvia, en la estación de Orense, donde relevó al maquinista que lo había pilotado desde Madrid, el tren estaba en perfectas condiciones. También aseguró no haber visto ni notado nada en las vías que interrumpiera ni hiciera variar la conducción. "El tren iba bien, fue culpa mía. Me despisté", insistió el hombre, de 52 años.

LLAMADA DESESPERADA Cuando se le preguntó, Garzón negó que fuera hablando o mirando ninguno de los dos teléfonos que llevaba consigo en la cabina ese fatídico miércoles. Ni el personal, ni el corporativo. Su teléfono personal, con el que el maquinista hizo la llamada al centro de emergencias de Renfe contando con desesperación que había sido un error humano, y que iba a 190 kilómetros por hora en un tramo de 80, fue examinado el domingo por la tarde, antes de dar inicio al interrogatorio.

En presencia de los abogados de todas las partes personadas hasta ese momento en la causa, el juez mandó examinar los horarios de las llamadas entrantes, salientes, perdidas, y de todo tipo de mensajes. Resultado: el maquinista no lo usó mientras conducía.

El teléfono corporativo no ha aparecido todavía. Garzón lo perdió en el siniestro y a pesar de que se ha buscado desde el jueves por la mañana, cuando se vio que faltaba, en la zona del descarrilamiento no aparece. En el interrogatorio se preguntó a Garzón si lo había utilizado, y este aseguró que no. El juez requerirá a las compañías telefónicas que le detallen el tráfico detallado de todos los mensajes y llamadas de ese día.

Otro de los elementos que ya tiene el juez Aláez en su poder es la grabación que mandó hacer a la brigada judicial del trayecto del Alvia entre las estaciones de Chamartín y Santiago. Agentes de policía acompañaron al maquinista del primer tren que realizó el mismo recorrido y lo grabaron.

También dispone el magistrado del calendario laboral del maquinista de las últimas semanas. Ese mismo miércoles, a las 11.15 de la mañana manejó un tren regional entre La Coruña y Pontevedra. Descansó una hora. Se subió a un Alvia y condujo el convoy entre Pontevedra y Orense. Descansó tres horas. En esa estación se subió al Alvia que debía conducir hasta El Ferrol, pero que descarriló cuatro kilómetros antes de llegar a la estación de Santiago.

El magistrado Aláez ha citado hoy a los letrados de todas las partes personadas en la causa para proceder a la apertura y volcado de la información de la caja negra. El dispositivo, que guarda con celo toda la información del tren, así como las comunicaciones entre el maquinista y el centro de control, tiene que ser manipulado por expertos que traducirán e interpretarán los datos que se vuelcan en discos duros. Esa especie de chivato del convoy dirá con exactitud a qué velocidad entró el Alvia a la curva de A Grandeira y si, como también contó Garzón en su declaración de dos horas ante el juez, cuando se dio cuenta y empezó a frenar, ya era demasiado tarde.

La caja negra ha estado desde el miércoles protegida en los juzgados de Santiago. Los restos del Alvia, los ocho vagones y las dos locomotoras, se han trasladado a una nave privada en la localidad de Padrón, a pocos kilómetros de Santiago, y están bajo custodia policial. Y en la comisaría prosiguen los interrogatorios a los supervivientes. Algunas manifestaciones ya fueron incluidas en el atestado policial que el domingo se entregó al juez.