Javier Gómez Noya, campeón de España y de Europa y subcampeón mundial de triatlón en este 2009, acaba una gran temporada con la vista puesta en Londres-2012: quiere quitarse la espina clavada del cuarto puesto en Pekín. Porque el triatlón es para él una pasión.

--¿Cómo convencería a un joven para que hiciera triatlón?

--Es un deporte duro, claro, pero el hecho de combinar tres deportes es un aliciente, un atractivo que no se encuentra en otras modalidades. El triatlón engancha porque combina tres deportes, es variado. Por eso cada vez hay más gente participando, como se ha visto en Barcelona, con 3.500 triatletas, Es un deporte que está creciendo y engancha porque es muy atractivo.

--¿Y usted, cómo se enganchó?

--Yo competía en natación, fui campeón gallego durante seis años. Con 15 años, unos compañeros del club me convencieron para participar en un triatlón en Castropol (Asturias) , y quedé primero. Me gustó mucho el deporte en sí y el ambiente que lo rodeaba. Al cabo de dos o tres años, ya me planteaba las temporadas con objetivos claros de triatlón, y en el 2002 ya me lo tomé totalmente en serio.

--¿Su mejor especialidad?

--Tengo un nivel muy parecido en las tres, pero cuando estoy bien de forma quizá tengo un puntito más en la carrera, que es lo que me permite ganar. En 10.000 metros no tengo marca oficial, nunca los he corrido en una pista, pero estando bien podría andar por los 29 minutos. En natación, tengo 15.42 minutos en 1.500 metros, lo que equivale a ser octavo o noveno en un campeonato de España. Y en ciclismo me las apaño para estar en el grupito de delante.

--¿Qué es lo más difícil?

--En mi caso, los problemas que he tenido con la federación española, con situaciones injustas como la de no ir a los Juegos Olímpicos de Atenas (2004) por una decisión táctica. Decidieron hacer un equipo en torno a Iván Raña, con Xavier Llobet y Eneko Llanos, y al final tampoco les salió bien porque una persona sola, o dos, no pueden controlar una carrera en la parte del ciclismo. A unos Juegos hay que llevar a los mejores, como hacen todos los países, y yo había sido octavo en el Mundial, con 21 años, y me dejaron fuera cuando me había ganado el puesto de sobra.

--Y también tuvo que sufrir la prohibición de competir por unos problemas en el corazón.

--Sí, el bloqueo por parte de la federación y del Consejo Superior de Deportes no me puso las cosas fáciles. Era una anomalía en una válvula que los servicios médicos del CSD no veían clara, al revés que muchos especialistas mundiales. Al final, después de mucho luchar, se decidió que podría competir bajo "mi responsabilidad", dijeron.