Craig Ewert quiso morir ante las cámaras. El profesor universitario de 59 años, víctima de una enfermedad degenerativa, decidió romper un tabú y hacer lo que consideraba como un último gesto "educativo". Anoche, en medio de una fuerte polémica, los británicos vieron por primera vez en televisión un suicidio asistido. Mientras las organizaciones contra la eutanasia condenaban el documental Right to Die (¿Derecho a morir? ), difundido por la cadena Sky, el primer ministro, Gordon Brown, reconocía que la emisión era controvertida y pedía que el delicado tema fuera tratado "con sensibilidad y sin sensacionalismo".

La muerte de Ewert en la clínica suiza de la organización caritativa Dignitas tuvo lugar en septiembre del 2006. Un año antes le había sido diagnosticada una enfermedad neuronal degenerativa, que con gran rapidez le dejó paralizado. Condenado a una agonía inexorable y dolorosa, el profesor, nacido en Estados Unidos, pero residente en la localidad inglesa de Harrogate, decidió valerse de los servicios de la clínica en Zurich para someterse a un suicidio asistido. Por deseo propio, los momentos finales fueron filmados por el director canadiense, ganador de un Oscar, John Zaritsky.

"ES UN VIAJE QUE DEBO HACER" Las imágenes constituyen la parte central de la película The Suicide Tourist (El turista suicida ), que se ha visto en varios países, en pases privados. En la grabación, Ewert dice tener dos opciones: "morir, o sufrir y morir". El enfermo temía además que retrasar la decisión del suicidio le pudiera impedir decidir su final. "Cuando estás completamente paralizado, no puedes hablar, no puedes caminar, no puedes mover los ojos, ¿cómo puede alguien hacer saber a los demás que está sufriendo?" "Este es un viaje que debo hacer", le dijo en una carta dirigida a sus hijos, redactada gracias a un ordenador que iba poniendo por escrito las palabras que pronunciaba.

En los últimos momentos, se ve cómo un miembro del personal de la clínica le da un vaso con una dosis mortal de barbitúricos, advirtiéndole de que si bebía aquello, moriría. Ewert lo toma con la ayuda de una pajita, cierra los ojos y da las gracias. Su esposa, con la que vivía desde hace 37 años, le despide con un beso. "Buen viaje", le dice. "Ya nos volveremos a ver".

Mary Ewert, la viuda, defendió ayer su difusión porque, argumentó, puede ayudar a la gente "a hacer frente a sus propios miedos" ante la muerte. En un artículo, publicado por el diario The Independent , señaló que permitir la presencia de cámaras fue para su marido "una manera de afrontar el final con honestidad" y romper con "un tabú".

Las organizaciones contra la muerte asistida censuraron sin embargo el reportaje. "Este programa esta mostrando algo que es muy privado, la muerte de alguien, realizada de una forma que es ilegal en este país", señaló a la BBC Ilora Finlay, profesora de cuidados paliativos. "El programa perpetúa el mito de que para morir bien, uno debe poner fin a su propia vida y eso es algo completamente falso", agregó.

Este caso ha vuelto a mostrar la ambigüedad de la actual legislación. Los británicos ocupan la tercera posición entre las personas registradas en la organización Dignitas en Suiza. En total 725 ciudadanos del Reino Unido figuran en las listas.