Los toros de la ganadería gaditana de Marqués de Domecq protagonizaron el encierro más emocionante y largo de los Sanfermines 2007, al quedar rezagado un astado que generó constante peligro y arremetió en repetidas ocasiones contra los corredores, varios de los cuales resultaron corneados. Más de seis minutos tardaron los "domecq" en completar el recorrido de una carrera que se complicó al llegar al Ayuntamiento, donde comenzaron a producirse momentos de tensión, que a partir de entonces serían ya habituales, con numerosas caídas de las reses y el toro despistado que se resistía a continuar su camino.

La manada partió a las 8:00 horas de los corrales de Santo Domingo agrupada y arropada por los cabestros, que tiraron del grupo sin problemas en estos primeros metros sin hacer nada por los corredores, aunque al final de este tramouno de los astados comenzó a despistarse y quedó suelto a partir de la plaza del Ayuntamiento.

La velocidad imprimida hasta entonces continuó por la plaza consistorial, donde este último toro quedó definitivamente descolgado sin poder recuperar el contacto con el grupo en lo que quedaba de carrera. Esto hizo que se vivieran hoy dos encierros, el protagonizado en primer lugar por la manada, compuesta por los mansos y otros cinco toros, dos de los cuales en algunos momentos se separaron también de sus hermanos, y el desarrollado por este último toro, que se volvió en reiteradas ocasiones y constató un despiste que obligó a pastores y mozos a redoblar sus esfuerzos por conducirle hacia la plaza.

Varios de los astados que abrían carrera chocaron contra el vallado de la curva de acceso a Estafeta, que enfilaron tres bureles con los cabestros en cabeza, seguidos de otros dos. En este primer grupo se registraron algunos resbalones de astados, lo que propició que se abrieran huecos entre ellos y los mozos pudieran acercarse a sus cuernos.

Cuando éstos hicieron su entrada en la plaza de toros, el rezagado todavía continuaba en la Estafeta, creando peligro. De esta misma forma, lenta y con numerosos percances, fue dirigido hacia la arena no sin problemas, ya que incluso los pastores tuvieron que hacer, en las proximidades del callejón, una especie de barrera para evitar que se volviera de nuevo sobre sus pasos. Los dobladores con sus capotes se sumaron en la arena a los esfuerzos para conducirle a toriles.