TLtas emociones fuertes son como los deportes de riesgo pero sin parafernalia de arneses y paracaídas. Lo que está claro es que gustan a la mayoría porque son cosas sencillas, que se disfrutan fácilmente y al alcance de todos los bolsillos. A veces consisten únicamente en acercarte a tus emociones del diario con otra visión. Ocasiones hay muchas, y más en verano, cuando uno se desnuda al sol. Puedes, por ejemplo, salir de vacaciones en pareja como si tal. Si eres consciente del riesgo de divorcio inminente que, al decir de los psicólogos, conlleva, disfrutarás el doble. Bordearás constantemente la ruptura a base de peleas, gritos, desaires, agravios y obscenos silencios. También, si eres papista, puedes meterte en Madrid a pleno jolgorio cristiano, a sudar padrenuestros y emoción pía en los confesionarios del Retiro mientras te sacuden codazos los últimos de la fila. Si, por contra, eres un laico hasta hoy aburrido, puedes transformarte en antipapista más papista que el Papa y ponerte a repartir insultos y hostias por la ciudad. Si tu caso es el del típico urbanita anheloso de los placeres rurales, nada como salir a cualquier fiesta típica de pueblo donde suelten vaquillas y borrachos juntos. Lo mejor es hacerlo por el Levante, que andan disputando como locos al toro Ratón. Si quieres pasar a la posteridad por morir en los cosos al grito de torero, date prisa, porque piensan jubilar al viejo ratón, aunque creo que le quedan un par de muertos por hacer. Si lo dicho te produce temor, es que no te van las emociones fuertes. Deja el viaje para la primavera, aléjate de papas y toros. Sobre todo, no aceptes empleo en una diputación. A lo mejor no sobrevives.