Acuciado por los acreedores y desesperado porque los clientes no le pagaban, se convirtió en atracador. El ladrón de bancos más buscado los últimos meses en Lleida ha resultado ser un empresario de 52 años. Un hombre de clase media alta sin antecedentes penales que destinó los 80.000 euros sustraídos de cuatro sucursales bancarias de Lleida y de Huesca a saldar deudas pendientes. El hombre, arruinado desde hace unos meses, cuando su empresa dedicada a la rehabilitación de edificios presentó un concurso de acreedores --la antigua suspensión de pagos--, fue detenido el viernes pasado por la policía autónmica catalana Ascó, cuando se disponía a cometer su quinto robo.

"Hemos estado siguiéndole de cerca durante las dos últimas semanas, a pesar de que a priori no parecía que en él hubiera algo sospechoso: ni sus circunstancias familiares, ni su nivel de vida, ni sus relaciones sociales en Lleida", relató ayer el inspector Roderic Moreno, jefe del Area Territorial de Investigación de la policía catalana. "Sin duda, llevaba una doble vida y posiblemente ni siquiera su familia sabía de sus recientes actividades delictivas", indicó el agente.

De hecho, una de las cosas que más despistó a los investigadores es que el empresario, A. C. G., --que está casado y tiene hijos estudiantes--, no había modificado sus costumbres desde el pasado 5 de septiembre, fecha del primer atraco. En estos cinco meses, el sospechoso no hizo ninguna inversión, ni ningún gasto que pudiera mostrar que se había enriquecido. El botín de los atracos, más de 80.000 euros, "lo destinó íntegramente a pagar a sus acreedores", señaló el inspector.

La conversión en atracador de A. C. G. se la inspiró una serie de televisión basada en la historia de Jaime Jiménez Arbe, el ladrón conocido como el Solitario. El hombre escogía sucursales de bancos situadas en localidades pequeñas, próximas a Lleida y con un único empleado, "preferentemente una mujer". Además, "siempre buscaba que hubiera cerca una vía rápida de salida, ya fuera la autopista o la autovía", señaló el jefe de la investigación.

METICULOSO Días antes de perpetrar sus atracos, el empresario vigilaba con atención sus objetivos, tomaba nota de los horarios y los hábitos de los trabajadores y buscaba un lugar escondido, donde, justo antes del robo, pudiera cambiarse de ropa y vestirse como un operario, ataviado con un pasamontañas, unas gafas y una gorra. También ocultaba sus huellas dactilares con tiritas. Armado con una pistola, y en ocasiones también con una navaja, intimidaba al empleado, le ataba con cinta y le encerraba en alguna habitación, de manera que podía actuar sin prisas.