Quién diría que Felipe Morcillo Melchor cumple hoy cien años. Lejos de estar apoltronado en un sillón de casa, todas las mañanas se da sus buenos paseos y después de la siesta también. Pero hasta mañana se reservará un poco para guardar fuerzas porque en Pozuelo de Zarzón, su pueblo, le van a dar un homenaje. En vida, como son los buenos homenajes, y en familia. "Es que si viviera uno despreciado por sus hijos, más le valdría morirse, pero a mi me dan hasta más de lo que quiero".

No hay más que ver con qué mimo le coloca su nuera los cojines para que esté cómodo mientras recuerda que la primera vez que ha pisado un hospital fue hace casi un año. "Yo he gozado siempre de mucha salud, pero hace cerca de un año el andamio me hizo estar casi un mes en la residencia". Pero tiene una memoria envidiable, la cabeza en su sitio y autonomía además de buen carácter. Es el abuelo ideal hasta en su físico, de hombre bonachón y siempre con su sombrero. Hasta hace cinco años se bañaba en el Atlántico y está convencido de que lo que le ha hecho gozar de una salud de hierro ha sido el trabajo. Fue segador desde los nueve años y le llena de orgullo haber podido hacer un capital de la nada a base de trabajo.

Desde que se jubiló dejó Pozuelo y vive en Plasencia, con su único hijo, Jacinto, y María Lina, su nuera. Pero en cien años ha visto de todo y pasó la guerra civil, de plaza en plaza, encargado del orden público. Pero pasa de la política. "Ningún político da nada, lo que hace es sacar todo lo que pueda" aunque avisa que él se junta con todo el mundo, sean de derecha como de izquierda.

Pero tiene toda la autoridad que dan los años para afirmar que "ahora se vive mejor que nunca" y para lamentar que "la juventud de hoy en día no quiere trabajar, quiere dinero fácil". Se considera un hombre con suerte. "Pero que no me han regalado nada, que he trabajado mucho" insiste el trabajador incansable que esconden sus manos, bien curtidas.

En el programa de mano que anuncia su homenaje, mañana en Pozuelo, figura su foto a los veinte años y bromea: "¿A que ahí no era sordo?". Buen humor no le falta hasta cuando recuerda su paso por el Hospital Virgen del Puerto: "En la cama de al lado murieron tres, pero no era mi hora. Yo no tengo ganas de morirme, pero sé que tengo que morirme pronto y no me da miedo". Mientras tanto, no se le cae la casa encima y disfruta viendo ganar al Real Madrid.

Si se le pregunta cuál es la salsa de la vida, no duda: "La salud, si no se tiene salud, mejor es no vivir". Aunque como los de su generación, el trabajo ha sido su vida. Pero él ha podido disfrutarla junto a su mujer, Victoria, hasta bien mayor y reconoce que "uno está bien querido". Que tenga feliz cumpleaños y que cumpla muchos más.