Los enfermos de cáncer que han iniciado las últimas semanas de su vida y lo saben suelen sentir, además de dolor o embotamiento, una profunda convicción de inutilidad que, muchas veces, contribuye a que la existencia les parezca un sinsentido, el final se acelere y la muerte suceda de forma agitada. Ese epílogo, subjetivo y evitable, se transformó en una temporada creativa, y casi alegre, para la mayoría de los 71 enfermos que durante dos años participaron en unas innovadoras sesiones de pintura libre realizadas en la unidad de cuidados paliativos del Hospital de Sant Pau de Barcelona.

Las conclusiones de la iniciativa, que sus promotores aspiran a incluir algún día en las pautas de tratamiento de un enfermo terminal, indican que los participantes pasaron sus últimos días en un estado de bienestar o mejoría claramente constatados. Así lo asegura el oncólogo Antonio Pascual, coordinador de la experiencia: "El 85% de los enfermos dijeron sentirse mejor tras las sesiones, y así lo confirmaron sus familiares y el equipo médico". "Pintando se sintieron útiles de nuevo, redujeron su desesperación", añade el oncólogo.