Verano de 1976. Montreal vive unos Juegos Olímpicos históricos, con el primer 10 de Nadia Comaneci y una gran inversión en instalaciones deportivas financiadas con cigarrillos. Desce entonces han pasado 43 años, diez ediciones de los Juegos Olímpicos y estamos apenas a un año de la undécima, y el yogur oficial sigue intacto.

"Yoplait, el yogur oficial de los Juegos Olímpicos de 1976", se puede leer a la perfección en una fotografía que ha vuelto a hacer reflexionar sobre el uso de plásticos y la contaminación.

La imagen ya se viralizó en 2016, cuando un ciudadano francés aseguró que había encontrado este producto en la playa por la que paseaba con su perro, concretamente en la playa de Tardinghen, en Nord-Pas-de-Calais.

La cuestión es que este tipo de imágenes se repiten cada vez más. Recientemente se viralizó una escena impropia de la naturaleza, en la que un ave daba de comer un cigarro a su cría en una playa de Florida.

Los deshechos del ser humano son cada vez más frecuentes en espacios naturales, donde la masificación y el turismo provocan escenas como estas. ¿La reflexión?

La guerra al plástico es total desde movimientos ecologistas. Según un informe de la ONU en 2018, alrededor de 13 millones de toneladas de plástico se filtran en los océanos cada año, provocando la muerte anual de unas 10.000 especies marinas.

Las playas de todo el mundo viven el mismo peligro, y ya hemos vivido muy de cerca escenas dantescas como la sucedida en Tenerife, donde una usuaria mostró en vídeo cómo llegaban olas de envases y basura que no es biodegradable.

Pajitas, hilo de pesca, vasos, condones, envases de tampones... Todos estos objetos acaban en el agua o en la arena, hasta el punto de haber convertido su recogida en una actividad de micromecenzago en Valencia. A través de pagos voluntarios pretendían utilizar una trituradora, una pistola de inyección, una extrusora y una impresora 3D para deshacerse de todos los residuos encontrados en la costa del Levante.

No solo es un problema del mar, sino de cualquier espacio natural que se ve contaminado por la acción humana con el abandono de estos envases que no solo no desaparecen y contaminan, sino que suponen un peligro para los animales. Recientemente hemos visto, por ejemplo, a un corzo luchar por su vida al meter la cabeza en una botella en Barcelona.

En definitiva, este tipo de situaciones justifican las medidas que reclaman en los últimos años asociaciones y organizaciones ecologistas, que ponen su foco de acción en la cantidad de plástico que utilizamos especialmente en los supermercados, no solo por el uso de bolsas, sino por la cantidad de envases incluso para la fruta que llevan todos los productos.