El sector montaraz de la jerarquía católica española, el que cree que es preciso fortificarse para defenderse del Gobierno socialista, descabalgó ayer al obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, tenido por conciliador y blando, de la presidencia del episcopado, y confió la vara de mando al cardenal Antonio María Rouco. La contienda se saldó con un resultado muy ajustado. Los obispos, divididos, otorgaron al purpurado la mitad más uno de los sufragios, 39, en la primera votación. Blázquez retuvo 37 y se convirtió en el primer presidente en 40 años al que sus compañeros no le renuevan la confianza por un segundo trienio.

Ni los indisimulados esfuerzos del nuncio para pedir de los obispos gestos que rebajen la tensión con el Ejecutivo, ni el discurso de Blázquez al inicio de la asamblea, en el que se alienaba con las tesis defendidas por Rouco en la concentración del 30 de diciembre en Madrid, han bastado para mantener al prelado de Bilbao en el puesto.

VICTORIA PIRRICA Blázquez obtuvo un premio de consolación: fue designado vicepresidente, en sustitución de Antonio Cañizares, al que sacó 16 votos de ventaja en segunda vuelta. Pero esa es una victoria pírrica para el sector moderado de la asamblea episcopal, porque el presidente concentra el grueso de las atribuciones, por mucho que uno de los representantes del ala más abierta, el obispo de Urgell, Joan Enric Vives, se apresurara a recordar que la vicepresidencia lleva el peso de las relaciones con el Gobierno.

Lo más llamativo de la elección del vicepresidente es que el cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, el representante más cualificado de la sensibilidad derrotada que hubiera podido actuar como contrapeso a Rouco, solo cosechó un voto. La recompensa otorgada al perdedor Blázquez al designarle como número dos está más dirigida pues a restar trascendencia a su defenestración, y a vender un espejismo de unidad, que a procurar un equilibrio de fuerzas entre conservadores y moderados.

Con la victoria de ayer, el purpurado gallego recupera, a sus 71 años, el poder perdido hace tres años. Entonces precisaba de 52 votos para sumar tres años de gobierno a los seis que ya había consumido. Y recolectó 51. Ayer logró 12 apoyos menos, pero a diferencia de entonces, que necesitaba de dos tercios de los sufragios para alcanzar la renovación, le bastaba la mayoría simple.

Si agota su nuevo mandato, Rouco igualará el récord de permanencia al frente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) que detenta el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, aunque la estancia del purpurado de la transición en la presidencia fue ininterrumpida. Rouco aún retendrá en el 2011, con 74 años, la posibilidad de permanecer tres años más en el cargo.

El cardenal de Madrid, en su primera comparecencia pública, quitó hierro a lo sucedido. Habló de que los relevos "forman parte de la normalidad de la vida y funcionamiento" de la CEE y se aplicó a la tarea de restarse atribuciones afirmando que, a diferencia de lo que pueda parecer, él no es "ni el presidente de los obispos, ni del episcopado, ni el cabeza, ni el jefe, que es el Papa", porque cada obispo es autónomo en su diócesis. La tarea que ha de prestar la presidencia, según dijo, es "ayudar" a lo prelados a "obrar en comunión". Como ya hizo hace tres años, en su último discurso como presidente, Rouco ofreció su "colaboración leal con el poder político pensando en el bien común".

Para alejar suspicacias explicó que, en las relaciones con la comunidad política y las autoridades, la Iglesia católica se guía por lo dispuesto en dos documentos salidos del Concilio Vaticano II, la declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis Humanae y el capítulo relativo a la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo de la constitución Gaudium et Spes, que recomendó leer. "Fueron siempre nuestros criterios de actuación y lo seguirán siendo", zanjó.

A la nueva cúpula le aguardan dos pruebas que darán la temperatura de su beligerancia. La renovación del contrato del conductor del espacio de la COPE, La mañana , Jiménez Losantos, y la elección del secretario portavoz de la CEE para los próximos cinco años. A Blázquez le espera una promoción como desagravio. El Vaticano tiene a mano el arzobispado de Valencia.