Los obispos dieron ayer carpetazo, de forma inesperada, a los seis años de mandato del cardenal Antonio María Rouco Varela al frente del episcopado y eligieron como nuevo líder a Ricardo Blázquez Pérez, de 62 años, obispo de Bilbao desde 1995. La decisión obedece especialmente a la voluntad de la asamblea de acabar con el estilo personalista y autoritario del arzobispo de Madrid para dar paso a una dirección cuyas decisiones se adopten de forma más colegiada.

La excesiva proximidad de la cúpula de la Iglesia con el Gobierno del PP en la última etapa de la anterior legislatura, que añadía un obstáculo más a las ya de por sí difíciles relaciones con el Ejecutivo socialista, acabó por decantar la balanza del lado de los descontentos con la gestión de Rouco. Al cardenal le faltó un voto de la mayoría cualificada de 52 que precisaba para mantenerse en el puesto.

PROXIMO DESTINO Descartado el purpurado, Blázquez contó con 40 apoyos, mientras que otros 37 fueron a parar al arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares. Este, que recogió los sufragios del sector más conservador del episcopado, ocupará la vicepresidente de la Conferencia Episcopal (CEE).

Blázquez, al que previsiblemente el Vaticano nombrará en breve arzobispo de Zaragoza en sustitución de Elías Yanes, que ha presentado su renuncia por razones de edad, fue aupado a la presidencia por los prelados vascos, buena parte de los catalanes y la docena de obispos considerados taranconianos o progresistas. A ellos se añadieron cerca de una veintena de obispos conservadores moderados, disgustados por la forma en que el hasta ahora presidente ha venido desempeñando su función.

Esa no fue la única mudanza de calado que se registró en el seno de la Iglesia española. Por la tarde, los 77 obispos renovaron su comité ejecutivo, del que además del presidente, el vicepresidente, el secretario general y el arzobispo de Madrid, formarán parte tres prelados tenidos por abiertos y dialogantes: el cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo; el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, y el arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro. El obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, no logró los dos tercios requeridos para seguir en la ejecutiva.

DIALOGO El nuevo presidente de la CEE compareció a mediodía ante los medios de comunicación y, tras enviar un saludo a "todos los ciudadanos", evidenciar su gratitud hacia los obispos y recordar sus "vínculos de amistad" con Rouco, mostró su "respeto hacia las mujeres" y sus deseos de que vean "su dignidad plenamente reconocida" con motivo del Día de la Mujer Trabajadora.

Blázquez dirigió después sus palabras al Gobierno, ofreciendo su "disposición al diálogo y su colaboración" con vistas a la consecución del bien común y, a preguntas de los periodistas, dijo que esperaba que su procedencia de la diócesis de Bilbao no suscite los recelos que levantó su llegada al País Vasco y que, finalmente, "se fueron despejando". "Yo no he buscado la elección. Me lo han pedido. Confío en que no haya particulares dificultades", dijo.

"UN TAL BLAZQUEZ" El prelado recaló en Bilbao en 1995 procedente de la diócesis de Palencia y fue recibido de uñas por los dirigentes del PNV. "Un tal Blázquez", dijo entonces Xabier Arzalluz, de forma despectiva, al preguntarle por el obispo.