TAt finales del pasado año mi padre me pidió la dirección postal de mi casa. Es para enviarte una tarjeta navideña , me aclaró. Al vernos a diario me parecía que aquello suponía malgastar tinta y sellos de correos, pero no dije nada al intuir que tras ese gesto latía alguna necesidad. ¿Aliento literario? Es posible. Los seres humanos escriben cartas desde épocas remotas. Se han encontrado tablillas de arcilla sumerias trazadas con caracteres cuneiformes que datan del V milenio antes de Jesucristo. En una de ellas, un estudiante llamado Iddin Sin se queja a sus padres de la escasa calidad de su ropa en comparación con la de sus compañeros. Obviamente no todo son reproches en el género epistolar. Un tal Gimil-Marduk garabateó unas líneas a su amada Bihi , ganándose así la posteridad. Esta epístola, descubierta en la ciudad babilónica de Sippar, es la primera carta de amor conservada. No conozco su contenido, publicado en el tomo I de La Enciclopedia de la Mujer (ed. Vergara), pero supongo que conserva los elementos habituales: un emisor, un receptor, cierta distancia que media entre ambos y la pulsión de compartir un sentimiento.

La evolución del hombre hasta nuestros días, por tanto, ha sido moderada. Términos como escribir, amar, añorar o felicitar no han perdido un ápice de vigencia en nuestros diccionarios vitales. Hemos cambiado las tablillas de arcilla por el teclado de un ordenador o el de un teléfono móvil, pero aún mantenemos viva la necesidad de expresar nuestros afectos. Conclusión: seguimos siendo humanos. Voy a enviarme un christmas por correo para celebrarlo. textamentosgmail.com