Mientras muchos europeos se disponen a comprar sus billetes de avión para las vacaciones, el volcán islandés Eyjafjalla se empeña en tenerlos en ascuas hasta el último momento. A la pesadilla de tres semanas atrás --más de 100.000 operaciones canceladas en una semana--, se han sumado los trastornos del pasado fin de semana y, lo que es peor, la sensación de que la nube de cenizas no dejará tranquila a Europa durante varios meses. Y así lo constataron ayer los meteorólogos británicos, que advirtieron que las alteraciones pueden alargarse hasta el verano.

Los expertos son sinceros. Se confiesan incapaces de saber "cuánto tiempo continuará la erupción" del volcán, sostuvo una portavoz de la Met Office (oficina de meteorología británica). Si el sábado las cancelaciones en España se contaron por centenares y el domingo se redujeron considerablemente, ayer el volumen fue casi testimonial. En toda España se anularon 305 operaciones, un 5,7% de las programadas. Según la Agencia Europea para la Seguridad Aérea (Eurocontrol), de los 29.000 aterrizajes y despegues previstos para ayer en todo el continente solo dejaron de realizarse 1.600.

La diferencia respecto al inicio de la crisis de mediados de abril es que la nube volcánica generó ayer restricciones respecto a la altura a la que podían volar las aeronaves. Esto supuso que en algunos sectores de los centros de control de Barcelona, Madrid o Sevilla no se pudo volar entre los 20.000 y los 35.000 pies.

Aena insistió ayer en recomendar que los pasajeros se acostumbren a contactar con la compañía con la que van a volar antes de ir al aeropuerto. Así podrán confirmar que se va a realizar su trayecto.

Por su parte, Iberia aprovechó ayer para apuntar que la grave crisis desencadenada por la nube de cenizas debería despertar la necesidad de acelerar la creación del cielo único europeo, prevista para el 2012.