El cura rojo, el cura obrero, el cura de los pobres. Son algunas de las coletillas que acompañan desde hace décadas a Enrique de Castro, párroco en la Iglesia de San Carlos Borromeo, de Vallecas por su abnegada lucha por mejorar las condiciones de vida de los que menos tienen, al frente de movimientos ciudadanos como la Coordinadora de Barrios o Madres contra la Droga. Ayer estuvo en Mérida para participar en un coloquio organizado por la Coordinadora Anticapitalista frente a la Crisis. Su mirada es tranquila, pero no lo suficiente como para controlar que se le escape la marca interior que deja el peso de haber vivido tantas y tantas historias de sufrimiento en primera persona.

-¿Se puede hablar de la existencia aún de una clase obrera?

-En estos momentos es difícil. Es más fácil hablar de clase marginal o de excluidos porque la clase obrera misma es muy difícil de catalogar. Yo vivo más con una población que es la de los que no tienen nada. Todos los militantes antiguos piensan en cómo reestructurar una lucha social, pero hay una desvertebración total del tejido social. Yo pienso que hay que volver a los orígenes, a generar los movimientos de barrio y de base. Hay que hacer la revolución del encuentro, del abrazo o del achuchón. Hay que plantearse cómo aquella gente que no puede ni siquiera entrar en la clase obrera pudiera encontrarse con una cierta seguridad.

-¿Ha provocado la crisis que haya más gente marginada?

-Los que ya estaban están, para ellos la crisis no les añade nada nuevo. Pero en este momento hay muchos de los que tenían al menos un trabajo temporal que se han quedado sin él y se han quedado totalmente fuera de la sociedad del bienestar. Esto va a afectar a las clases medias inevitablemente. Los que no consiguieron progresar en los tiempos de la lucha obrera ahora son los grandes olvidados, los que entran en la red de los servicios sociales. Es necesario que se recupere o se intenta que se recupere la fe en el ser humano y en la vida, para que se sientan más seguros y en entonces se conviertan en luchadores.

-Pero actualmente es muy complicado que surjan movimientos como el de Madres contra la Droga de los años 80.

-Pero es necesario. Hay que romper los cordones umbilicales que nos unen a toda una inflación de falsa seguridad, basado en un bienestar muy falsificado. Hay que volver a los orígenes de valores que hacen que uno se sienta bien viviendo.

-¿Cómo se entiende que en una crisis creada por el poder y el capital sean los trabajadores los más perjudicados?

-Porque así es como funciona el sistema en el que vivimos. Las multinacionales pueden burlar a cualquier gobierno.