«Ni a ti ni a mí nos gustaría vivir en un sitio así, yo no les llamaría casas, les llamaría albergues o aparcamientos de abuelos», resume el cuidador Pep Martínez, también representante sindical de Comisiones Obreras en el sector de la geriatría. «¿Que los abuelos viven como en casa? ¡Esto es una mentira gordísima!», se queja Clara García, cuidadora de un geriátrico y delegada sindical de la UGT, que considera que la falta de medios en las residencias hace que el trato que se dispensa acabe siendo «inhumano». Ambos aclaran que esta realidad no es la de todas los centros de ancianos, pero sí el de aquellos que se han convertido en un negocio para grandes empresas o fondos de inversión en los últimos años, escatimando costes de atención y cuidados de los más vulnerables.

«Tienes 10 minutos para levantar a un abuelo, ducharlo, vestirlo y darle de desayunar. ¿Que cómo se hace? Se opta por poner a todos los ancianos de pie, en una pared, rociarlos con agua y ‘tira que te va’ porque si no no llegas. No es agradable, pero es lo que hay», describe Martínez. Una imagen que vale más que mil palabras, y que explica cómo la falta de cuidadores impacta en el trato de los geriátricos. «Yo creo que para una atención digna deberíamos tener seis ancianos a nuestro cargo», añade Clara García, de la UGT.

«Trabajamos corriendo, como burros, no tenemos tiempo para hablar con ellos, es inasumible. La comida, los cambios posturales, de pañales... lo hacemos como podemos, a contrarreloj», cuenta García. Por eso no es de extrañar que, en muchas ocasiones vengan familiares a hacer su trabajo, a dar la comida y la cena a sus padres. «Muchos vienen para ayudarnos, o también para comprobar que los abuelos comen», sostiene García.

En muchas residencias también escasea el material, como los pañales.