En un intento por activar la economía, Adam Smith recomendaba en La riqueza de las naciones la especialización laboral. Su propuesta, realizada en el siglo XVIII, se ha quedado en poca cosa, porque, según compruebo, las empresas en estos tiempos son especialistas precisamente en no especializarse en nada. Sabemos por la prensa que los Mossos de Escuadra desmantelaron la semana pasada un casino ilegal en una peluquería del barrio barcelonés del Eixample. Mientras las trabajadoras del centro se dedicaban a lavar y marcar, en un altillo del local un grupo de jugadores compulsivos de origen chino no se cortaban un pelo -nunca mejor dicho- en apostar grandes sumas de dinero a las cartas y al dominó. Este sistema de mezclar churras y merinas -en esta ocasión rulos y fajos de billetes- no es nuevo. Hace unas semanas y en el mismo barrio, la policía desmanteló una partida ilegal de Sun Kuo (juego de cartas chino) en una zapatería. Más triste fue lo de aquella pensión de Barcelona, descubierta el pasado año, en la que la dueña compaginaba el negocio de hostelería con la práctica de abortos ilegales en condiciones infames.Este "hacer de todo" me recuerda a los colmados de Latinoamérica, lugares desastrados que igual te venden una camisa que una docena de huevos, pero también a los lujosos almacenes londinenses Harrods, en los que es posible comprar desde una pelota de golf hasta un elefante recién traído de la sabana.Cinematográficamente hablando, me quedo con los chinos y sus circunstancias, tan adictos a regalarnos repetidas escenas de bajos fondos que parecen entresacadas de una película de Scorsese.