Rosito fue el toro más descarado de un encierro de Núñez del Cuvillo, manejable aunque de desigual comportamiento. También el más bravo, o mejor dicho, el único auténticamente bravo, mas el defecto del animal fue que duró lo justo, sólo dos tandas en redondo con la diestra, pues, cuando Alejandro Talavante se echó la muleta a la zurda al animal le costaba ir hacia delante. A pesar de todo fue una faena vivida con pasión en los tendidos, correspondiendo los aficionados a la intensidad que este torero pone en sus grandes tardes. Y la de ayer lo era. Sólo el mal uso de la espada impidió al de Badajoz salir a hombros, pero quedó el recuerdo de la pureza de su toreo.

Ese cuvillo, en su galope cuando Talavante lo llevaba al caballo, ya anunciaba su buena condición. Derribó e hirió al caballo en la primera vara, y Juan José Trujillo, haciendo honor al buen tranco del animal, le clavó dos grandes pares de banderillas.

Brindis al público y el run run de las grandes faenas. Le dio veinte metros y se le vino el animal en una primera serie de cinco en redondo, por abajo. El público estaba con él. Segunda serie enorme, profundos los muletazos, el cambio de mano, el natural y el de pecho. Con la zurda, pronto se vio que le costaba al animal ir hacia delante, pero le hizo ir y brotaron pases a cámara lenta. Con la derecha otra vez, hubo dos magníficos mas se agotaba el animal. Al final en la corta distancia, muletazos cambiando de mano por la espalda, en el que fue un sincero arrimón. Dos pinchazos ante de cobrar la estocada le impidieron la salida a hombros.

Y es que ya había cortado Talavante una oreja del tercero, un toro que cantó su mansedumbre en los dos primeros tercios. Bien podíamos haber titulado esta crónica como Talavante y los mansos, si no hubiera tenido ese sexto, pues en la plaza madrileña ha cuajado a un sin fin de ellos.

Ese animal se tapaba por delante pero tenía el culo caído, era culipollo. Comenzó con arrebato la faena con dos doblones y, sin incorporarse, rodilla genuflexa, sigió toreando por abajo, mirando a los tendidos, que bramaban.

En el tercio en redondo, primera serie muy intensa, por abajo, clamorosa. Siguió al natural, tanda muy ligada, protestaba el animal al final del muletazo, derrotaba pero Talavante aguantaba. Otra con la zurda, intensa, rematada con el molinete y el de pecho. Diestra, serie a reventar, por abajo, ligada, rematada con la trinchera y el cambio de mano. Ayudados por bajo finales.

Antes, Antonio Ferrera paseó un trofeo del toro que abrió plaza, que embistió con desorden de salida y andaba justo de fuerzas. El mérito fue entenderlo de maravilla, pues a lo justo de sus fuerzas correspondió con un toreo muy templado, a media altura en las que fueron series que no pudieron tener la intensidad que da el que sean de muchos muletazos cada una. Magníficos los remates, los cambios de mano y pases de pecho, terminó con una gran estocada. Se resistió a morir, bella muerte, y los tendidos se llenaron de pañuelos.

FAENA LARGA DE FERRERA / Manso también el cuarto, fue muy bien picado por José María González. También andaba justo de fuerzas pero Ferrera le hizo una faena larga. Mucha dulzura en el manejo de la tela por Antonio, que entendió y aplaudió una mayoría de la plaza, mientras otra parte protestaba por la sosería del animal. Faena mal rematada con un metisaca muy bajo.

José María Manzanares cortó una oreja al quinto, en la que fue una faena muy de este torero. Mucho empaque, mucha facilidad, belleza cuando se iba el alicantino con el toro, pero faena un punto desigual. Junto a muletazos profundos y muy buenos pases de pecho, el ajuste no era óptimo y las tandas cortas. Gran estocada.

Bonito era su primero, que echaba las manos por delante en el capote. Codicioso el animal en los primeros compases de la faena, ésta adoleció de lo que tanto se critica a este torero, y son las pocas apreturas. Con el añadido de que hay un sector de la plaza que exige que el torero esté permanentemente cruzado con el toro, lo que está claro que impide la ligazón.

Tarde muy de las Ventas, con un Antonio Ferrera bien acogido, con un José María Manzanares entendido por un sector de la plaza, y por otro no, y con un Alejandro Talavante sobre el que existió unanimidad en la intensidad y profundidad de su toreo.