La acumulación de grasa en la zona que enlaza la cadera con los muslos --las cartucheras--, o la que engorda el abdomen, ha sido el objetivo tradicional a eliminar en mujeres y hombres latinos deseosos de tener un perfil poco curvo. En respuesta a ese deseo, llegó a España hace 25 años la técnica de la liposucción. Ahora este país es el rincón de Europa donde más se practican esa y todas las especialidades quirúrgicas que engloban la cirugía estética. Más de 400.000 intervenciones al año, se calcula.

La reserva excesiva de grasa en la zona central del cuerpo, un fenómeno jamás detectado en la población etíope o keniana porque su herencia hormonal, genética y dietética no se lo permite, dio lugar en occidente hacia 1965 a una práctica quirúrgica que consistió en cortar y tirar la porción molesta del cuerpo.

Cuando el recurso llegó a España, en 1982, la técnica se llamaba liposucción y ya no se aplicaba con bisturí. Las caderas o el vientre sobrantes no se extirpaban con la crudeza y el fatal resultado de sus inicios, sino que eran aspirados por unas elegantes cánulas subdérmicas que, como todos los aspiradores, activaba un motorcito. El cirujano barcelonés Antonio Tapia la aplicó por primera vez en un paciente español --su enfermera--, tras aprender la técnica en Francia con el doctor Ives-Gerard Ylloux. El motor lo compró en París.

El camino seguido por la liposucción, que no ha vuelto a cambiar de nombre pero sí de estilos, permite lanzar varias alertas: es la cirugía estética que acumula más accidentes mortales y lesiones cardiocirculatorias graves, y es ineficaz si quien la pide no hace dieta y ejercicio físico.

"Nunca, nunca, debería usarse una liposucción como método adelgazante --afirma Tapia--. Quien entra en el quirófano con el encargo de que le quiten por aspiración cinco o seis kilos de grasa está poniendo en peligro su vida, conseguirá un aspecto estético desigual o con ondulaciones, y volverá a engordar".