Quejarse de que los japoneses exprimen el Mediterráneo y decir que el atún rojo está en las últimas por culpa del mercado del sushi forma parte de esa tradición tan arraigada de buscar la paja en el ojo ajeno. La paradoja es que oenegés y movimientos sociales tanto españoles como extranjeros apuntan que España participa también de ese mercado global agresivo basado en importaciones masivas que a menudo desembocan en la extinción de especies y la muerte de ecosistemas.

Hay estudios de la depredación española tanto en el mar como en la tierra. Un documento del Observatorio de la Deuda en la Globalización de la Cátedra Unesco de Sostenibilidad denuncia la explotación a la que son sometidos los trabajadores de la industria del salmón en Chile y apunta que este pez nunca había nadado en la costa chilena. Entre las 12 multinacionales que explotan esa industria hay una española, Pesca Chile, propiedad de Pescanova. Otro ejemplo, esta vez terrestre: las importaciones españolas de oleaginosas y de maíz ponen en jaque a los agricultores de Brasil y Argentina y dañan ecosistemas protegidos. Parece que la paja también hay que buscarla en el ojo español.

UN DEPREDADOR EXOTICO La Fundación Terram, en Chile, denunciaba en el 2004 que un millón de salmones se habían escapado de las jaulas de engorde en Aysén. El salmón llegó a la zona de Los Lagos, en Chile, de la mano de las multinacionales de la industria salmonera en la década de los 90. En solo 12 años, Chile ya compite con Noruega por ser la principal exportadora. Claro que de las 12 multinacionales salmoneras, la mitad son extranjeras, una española, Pescanova.

Según la FAO, España es el cuarto país que más maíz importa del mundo. Un 85% se utiliza para la alimentación animal y la mayoría proviene de Francia (41%) y Argentina (26%). En Ecuador, los campesinos se quedaron sin el agua. Alguien la desvió a los invernaderos de flor y a ellos tuvieron que emplearse como jornaleros en esos invernaderos y abandonar sus tierras, denuncia Acción Ecológica