A las afueras de Barcelona, cerca de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), emerge un edificio singular con aspecto de caracol gigante. No es una base extraterrestre ni un estadio cubierto, sino una instalación de última generación dedicada al estudio de la materia y, por extensión, al progreso general de la ciencia, desde la química industrial y la microelectrónica hasta los fármacos y la biología molecular. Es el sincrotrón Alba, la mayor y más costosa instalación científica de España y del sur de Europa.

Esta tarde, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el jefe del Ejecutivo catalán, José Montilla, inaugurarán la instalación de forma oficial y también simbólica, puesto que la máquina no está acabada en su totalidad. Lo podrían haber hecho hace tres meses, cuando se puso en pruebas uno de sus sectores, y lo podrían hacer a principios del 2011, cuando empiece a ser operativa y se obtengan los primeros resultados. Son cuestiones de agenda, pero tampoco importa mucho: la gran obra pública ya está acabada y solo queda por completar el circuito central, el llamado anillo de almacenamiento.

A TODA PASTILLA El sincrotrón, cuya construcción ha durado seis años, es un proyecto de 200 millones de euros sufragado a partes iguales por el Estado y la Generalitat. Se trata en esencia de un anillo de 268 metros de largo por el que se lanzan electrones para que alcancen velocidades próximas a la de la luz. Cuando esto sucede, producen una fina radiación de rayos X --la luz sincrotrón-- que es capaz de atravesar la materia y permite descifrar su estructura interna y otras características. Utilizando una metáfora, funciona como un inverosímil microscopio que ve lo que está oculto, resume el físico Ramon Pascual, alma máter del proyecto y presidente del consorcio de gestión. Al tratarse de una radiación ionizante, potencialmente peligrosa para los usuarios, las medidas de seguridad son extremas.

La plantilla del sincrotrón no llega a las 200 personas, pero por las instalaciones está previsto que pasen cada año miles de científicos. Unos querrán observar unos polímeros, otros analizarán células... Muchos de ellos viajan actualmente al extranjero porque en España no hay nada igual. Lo más cercano y más visitado es el ESRF, el gran sincrotrón europeo de Grenoble (Francia). Alba será una alternativa muy cercana. "El ESRF --explica Mari Cruz García, del Instituto de Ciencia de la Materia del CSIC, en Madrid-- tiene unas prestaciones impresionantes, pero hay problemas de colapso".

Alba contará en una primera fase, en el 2011, con siete líneas o laboratorios donde proyectar la luz sincrotrón. "Disponemos de suficiente masa crítica para trabajar. De hecho, no solo tenemos demanda para llenar las siete líneas --insiste el presidente del consorcio--, sino que no todo el mundo podrá entrar". Para los investigadores de instituciones públicas, a las que les saldrá gratis, habrá un comité qué estudiará las propuestas y creará un calendario de uso.

1.000 EUROS LA HORA En cuanto al sector privado, podrá enviar personalmente a investigadores para que trabajen allí o bien llevar muestras para que las procese el personal del sincrotrón. Unas cuatro horas con Alba les costará unos 4.000 euros, una tarifa muy competitiva, según Pascual. Como pagarán, tendrán preferencia. "Si de aquí a 10 años logramos alquilar a manos privadas el 5% del tiempo sería un éxito fabuloso". En Grenoble, con mas de 20 años de experiencia, la facturación privada no llega a ese porcentaje.