Todos tienen la culpa. La Conferencia de Presidentes fracasó porque no estaba planteada como lo que era, una reunión de estadistas (todos son Estado) para buscar soluciones conjuntas adecuando el objetivo común a las posibilidades de cada territorio. Es lo que debería ser, pero la organizaron como si se tratara de un encuentro de dos partidos políticos. Por eso ha fracasado. Hemos perdido el tiempo, ellos y nosotros, los medios de comunicación pendientes durante horas de filtraciones y declaraciones para al final acabar frustrados y con la cabeza caliente.

No todo puede plantearse en términos partidistas, cerrando filas en torno al líder. Dejemos eso para las campañas electorales, pero cuando se trata de una reunión de presidentes de autonomías, tracemos el encuentro sin rebajar a quienes asisten. Son algo más, mucho más, que militantes destacados; son presidentes y se deben al pueblo que se acercó a las urnas para sancionar con su voto. Reducirlos ahora a dos bloques, socialistas y populares, es rebajar el voto de la ciudadanía, quitarle soberanía e intentar simplificar el complicado asunto de la relación entre el Gobierno central y los autonómicos.

Los presidentes de las comunidades gobernadas por socialistas se reunieron la noche anterior para consensuar posturas con presencia de miembros del partido. Volvemos a lo mismo. Mal. Y los otros, los presidentes de las comunidades gobernadas por el PP, tomaron también, a priori , su postura definitiva.

Esto es lo que está en la base del fracaso. Aparte, hubo otro error en el planteamiento: presentar un documento para el acuerdo sin tiempo para su consideración reposada. Las cosas tampoco se hacen así. Es preciso aquilatar, reflexionar sobre lo que se propone.

No le demos más vueltas. Todos fueron culpables.