En un vídeo colgado en YouTube en el que se apelaba al gobernador de Virginia, Bob McDonnell, a que suspendiera la ejecución de Teresa Lewis, la propia condenada ponía la banda sonora con el gospel Necesito un milagro. Era su única e improbable opción de no acabar convertida en la primera mujer ejecutada en el estado desde 1912, la duodécima en todo el país desde que el Tribunal Supremo reinstauró la pena de muerte en el año 1976 y la primera en Estados Unidos desde el 2005.

Tanto el gobernador del segundo estado más activo en ejecuciones por detrás de Tejas como el Alto Tribunal habían rechazado esta semana la clemencia para Lewis (aunque dos de las tres mujeres juezas pidieron que se anulara la ejecución). Y nada más podía evitar que ayer a las nueve de la noche (las 03.00 horas de la madrugada de hoy en España) se le inyectara la combinación de químicos que acabaría con su vida.

NUEVOS FLANCOS DEL DEBATE El caso de esta madre y abuela de 41 años, condenada a muerte por contratar a dos sicarios para asesinar a su marido y su hijastro en el 2002 y cobrar así un seguro de 190.000 euros, ha abierto flancos en el siempre intenso debate sobre la pena capital.

Está en cuestión, por ejemplo, si Lewis tenía la capacidad mental para orquestar el complot. Al menos dos especialistas le diagnosticaron "múltiples déficits funcionales" y uno de ellos dijo que "su edad mental es la de una adolescente de entre 12 y 14 años". Incluso la Unión Europea (UE) apeló a su favor argumentando que "la ejecución de gente con enfermedades mentales es contraria a los parámetros mínimos de derechos humanos".

El novelista John Grisham también ha alzado su voz en contra de la ejecución. En un artículo publicado en el Washington Post la semana pasada, Grisham considera que el juez "creyó erróneamente" que Lewis tenía la capacidad suficiente para ser la mente pensante en un doble homicidio, lo que demuestra que "en Virginia, la ley apenas es consistente".

Los abogados de Lewis han defendido siempre que fue uno de los sicarios, Matthew Schallenberger, con el que la mujer mantenía una relación sexual, el verdadero cerebro del crimen. En parte se han apoyado en las declaraciones del otro asesino, Rodney Fuller, que declaró que "Lewis haría cualquier cosa que Shallenberger le pidiera". Fuller y Shallenberger fueron condenados a cadena perpetua y el segundo se suicidó en el 2006.

El hecho de que las dos personas que dispararon no fueran condenadas a muerte pero Lewis sí ha provocado un debate sobre el supuesto trato más duro a la mujer, aunque también hay quien defiende que las mujeres, que según las estadísticas cometen entre el 10 y el 12% de los asesinatos, reciben sentencias menos duras que los hombres. Hoy hay 53 mujeres en el corredor de la muerte en EEUU.