El argumento es claro. Un grupo de ladrones enfundados en monos rojos y máscaras de Dalí planean el mayor atraco de la historia. Con esa premisa la famosa serie, ‘La casa de papel’ ha llenado las televisiones de medio mundo y ha roto todas las estadísticas de audiencias. Entre ese elenco de cacos que ha conseguido traspasar la pantalla se encuentra Clara Alvarado (Navalmoral de la Mata, 1990). Ahora la extremeña «de pura cepa», dice mientras recuerda a su abuela Tina, aparca su careta del pintor y su mono rojo para enfundarse el traje, también rojo, para dedicarse durante la crisis sanitaria a su trabajo de enfermera.

Atiende EL PERIÓDICO EXTREMADURA tras terminar uno de los turnos de mañana de la semana. Trabaja en una planta de medicina interna de un hospital dependiente de La Paz a las afueras de Madrid. No se lo pensó. «Yo no me podía quedar en casa, pensaba que podía ayudar y ser útil en cualquier sitio», pone de manifiesto. Reconoce que estos son sus primeros días en la profesión. Aunque su familia tiene un largo historial de sanitarios y ella se decantó por lo mismo en la época universitaria, el mundo de la interpretación se interpuso y no llegó a ejercer como enfermera hasta hace unos días. Era su plan B. «Mi padre es enfermero jubilado, mi madre es auxiliar en Navalmoral de la Mata, hice enfermería no por convicción pero me encantó, nunca sabía cuando ponerlo en práctica, ahora todo lo de la interpretación está en el aire y esto me ha enseñado que puedo compatibilizar ambas cosas», pone de relieve. No se arrepiente de haber tomado la decisión. «Esta situación nos ha puesto en un brete a todos y este es el momento de mostrar tus valores como persona», destaca.

Y lo demuestra en pleno epicentro del foco de coronavirus en el país. «Todos positivos». Relata cómo fue el primer día que se incorporó. «Llegué al hospital y pensaba que me iban a mandar a casa y antes de salir ya me estaban diciendo, tú te quedas». Acusa el cansancio y las marcas en la piel de las mascarillas y las gafas, «es un trabajo físicamente duro», pero insiste en que «cuando estás en esta situación tu único compromiso es servir a los demás» y apela a la esperanza. «Estamos teniendo altas, hoy vimos como dos mujeres se iban ya curadas y todos las despedimos en el hall del hospital aplaudiendo y llorando», confirma. «Estamos muy sensibles», apostilla. Lo peor, la soledad de los pacientes. «Es muy duro, te da una pena verlos ahí solos, para el personal sanitario es como si pasasen a ser nuestros abuelos, nuestros padres, lo damos por ellos», refleja.

Sobre si esta crisis ha hecho aflorar la verdadera humanidad, está convencida de que ya estaba allí aunque no nadie parecería ser consciente. «Hemos querido mirar a otro lado, nos hemos hecho más fríos, siento que hemos dejado de vivir y nos están dando una segunda oportunidad». En cuanto a la realidad que vive la Sanidad en España es tajante y sostiene que «no estaba valorada como debería». «Esto no se lo esperaba nadie y ahora nos damos cuenta de las prioridades para que un país funcione, la salud es lo primero», pone de relieve. Hace un alegato en ese sentido a «cuidar mucho» la Sanidad que tenemos porque que les debemos mucho» y extiende su reivindicación desde a las señoras de la limpieza hasta el militar que va al hospital a recoger un cadáver. «Se están poniendo en riesgo por todos», sostiene.

No tiene claro si seguirá en la medicina cuando acabe la crisis, «no sabemos que va a suceder». Ella prefiere vivir en el presente. Lo que si tiene claro es que este año, en el que cumplirá los treinta, es el en el «que más está aprendiendo» en su vida. «Hay que vivir el día a día, ser buena gente, se ha demostrado que el dinero sirve para comprar mascarillas pero no lo es todo, la lección que aprendemos es que lo único necesario para la vida son los seres humanos», concluye.