Descubrir que su hermana gemela, a la que iban a llamar Amanda, no está enterrada donde se supone que tenía que estar le ha cambiado la vida. "Desde pequeña --recuerda-- mis padres me habían dicho que había muerto. Era un tema muy doloroso y lo evitábamos, pero se acercaba mi boda y mi ilusión siempre había sido llevarle ese día el ramo de novia a mi hermana, se lo pondría en la tumba".

Estefanía constató que no sabían dónde está enterrada. Le explicaron que el hospital (el Sagrado Corazón de Barcelona) se hizo cargo de todo. "Al ver los papeles --relata-- veo cosas que no cuadran. En el hospital consta que la niña nació sana, que era la más grande de las dos, nació con 36 semanas (lo contrario de lo que me habían dicho a mí mis padres) y compruebo que hay muchos documentos sin firmar".

En el servicio funerario, tras mucho preguntar y después de abonar las tasas, le dijeron que está enterrada allí en una fosa común, sin caja ni nada. Ahora se propone conseguir por todos los medios que la abran "cueste lo que cueste y que se hagan pruebas de ADN, que se destape la mentira".

La joven, que ha pospuesto su boda hasta esclarecer el caso de su hermana, piensa en la cantidad de nichos vacíos que se están abriendo y de cajas infantiles rellenas de trapos. "Lo único seguro es que llevamos 24 años pensando que mi hermana ha muerto porque un médico se lo dijo a mi madre. Pero ni mi madre, ni mi padre, ni mi abuela, nadie vio el cadáver".

Parecida a alguien

Estefanía se arrepiente de la última palabra y corrige: "Nadie vio su cuerpo". Porque está convencida de que su hermana, nacida como ella el 11 de noviembre de 1986, puede estar viviendo en cualquier parte del mundo, de España o incluso en Barcelona. "Mucha gente me dice que soy clavada a alguna chica que ha visto, pero, hoy por hoy, no tenemos ninguna pista concreta", lamenta la joven.