Las olas, de un color azul verdoso, se levantan con todo su poderío y golpean temibles los acantilados que flanquean la ciudad de Larache. El Atlántico aparece allí como un titán enfurecido que lucha obstinado para apartar de su camino esa costa escarpada. "¿Impresiona, verdad? Pues la noche en que zarpó la patera que naufragó en Rota (en la que murieron 37 personas), el mar estaba aún peor", explica Abdeljalaq Hamduchi, presidente de Pateras de la Vida, una ONG marroquí que trabaja para convencer a los jóvenes de que la inmigración ilegal no es la solución y de que el futuro pasa por cambiar el país desde dentro.

Pero por ahora es la inmigración ilegal la que está cambiando Marruecos. Larache, ciudad de la costa atlántica, es la nueva plataforma de salida de la mayoría de inmigrantes que intentan alcanzar España en patera.

Todo comenzó hace unos tres años cuando las fuerzas de seguridad españolas primero aumentaron las patrulleras que custodiaban el Estrecho de Gibraltar y luego instalaron el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior, que a través de sus cámaras térmicas y radares caza todas las pateras que se aventuran en esa zona.

Las autoridades marroquís también pusieron de su parte y aumentaron el control en el Cabo Espartel. El resultado fue que el Estrecho de Gibraltar quedó blindado. "Al cerrarse el Estrecho, las mafias empezaron a salir desde más y más lejos. Abrieron el arco de salida de pateras. Si antes salían entre Tánger y Ceuta, a 14 kilómetros de la costa española, ahora salen de mucho más lejos: desde Larache, al oeste; y desde Ued Lou, al este", dice Hamduchi. Larache y Ued Lou forman lo que podría llamarse la parte ancha del Estrecho, pues quedan a casi 100 kilómetros de la costa española.