--¿Cómo era el show business americano en 1960 para una cantante negra surafricana y desconocida?

--¡Yo nunca me dejé intimidar! Cantaba tanto en mi idioma, el zulú, como en inglés, y no me podían comparar con nadie. Era distinta. Al día siguiente de salir en el show de Steve Allen todo el mundo me conocía y me preguntaba: "¿Cómo haces esos sonidos? ¿cómo es tu país?". Yo no soy la mejor cantante de Suráfrica, pero tuve suerte y pude salir del país cuando otros no pudieron.

--¿Qué significa Pata pata?

--Oh, ¡es la canción más tonta que he cantado nunca! Quiere decir Toca toca; es un tipo de baile. No es una canción significativa, pero, por desgracia para mí, se hizo muy popular.

--¿De qué se siente más orgullosa, de sus logros como artista o como activista social?

--No me veo como activista. Me siento orgullosa de ser artista y cantante. Nunca planeé comprometerme, pero las políticas de Suráfrica me forzaron a ser lo que soy, la primera artista africana en tener proyección exterior. La gente me preguntaba sobre Africa, y tenía que decirles la verdad. Y mi verdad se convirtió en lo que algunos llaman política.

--En los 80 participó en la gira Graceland, de Paul Simon. ¿Qué aportó ese disco a la música africana?

--Nada. Fue la música africana la que aportó algo a Paul Simon. Lo siento, pero así es. El era el único blanco del show; estaba rodeado de negros: Hugh Masekela, Ladysmith Black Mambazo y yo. El nos dio una plataforma y nosotros le dimos nuestra música. Pero guardo buenos recuerdos de la gira, y el disco me gusta.

--¿Qué queda por hacer en Suráfrica tras el fin del apartheid?

--No somos libres en el terreno económico. No tenemos poder sobre los recursos minerales de nuestro país. Y, socialmente, sigue habiendo una gran división. No creo que la lucha termine nunca. Sigue existiendo los townships, barriadas negras. El día en que vivamos juntos sonreiré desde la tumba y diré: "¡Por fin!".