Que las manzanas caigan del árbol es un hecho totalmente asumido, pero no lo es tanto que la fuerza de la gravedad varía en las diversas regiones de la Tierra porque nuestro planeta no es una esfera exacta de densidad uniforme. Y además se mueve. Aunque estas variaciones son ínfimas, tienen repercusiones notables en las corrientes marinas, el clima, las telecomunicaciones y hasta en los terremotos y la actividad volcánica: si el nivel del mar está en constante cambio, ¿cómo podemos medir con fiabilidad la altura de las montañas?, ¿cómo podemos cuantificar los efectos del cambio climático en los océanos? El satélite europeo GOCE, que se lanza mañana, tiene por objetivo desentrañar estos misterios.

El satélite será lanzado a las 15.21 de mañana, hora española, desde la base de Plesetsk, a unos 800 kilómetros al norte de Moscú. El GOCE (siglas en inglés de Explorador del Campo Gravitatorio y la Circulación Oceánica) se situará en una órbita baja, a 260 kilómetros de altitud, y desde allí se dedicará durante año y medio a analizar el campo gravitatorio terrestre con una resolución sin igual. Para ello va equipado con seis ultrasensibles acelerómetros "que podrían registrar el impacto de un copo de nieve en un petrolero", dice Uwe Feucht, director de Dinámica de Vuelos en la Agencia Europea del Espacio (ESA). El GOCE también realizará un mapa del geoide --la esfera estándar de nuestro planeta-- con un margen de error de entre uno y dos centímetros. Las mediciones son tan sensibles, subraya la agencia europea, que no se podrían realizar desde la Tierra: "El paso de los autobuses influiría en los resultados".

El satélite, de 5,3 de largo y una tonelada de peso, es un prisma de base octogonal con aletas que le permiten mantener el equilibrio, ya que a 260 kilómetros de altitud todavía hay corrientes. La agencia espacial subraya que servirá para avanzar en el conocimiento de la estructura interna de nuestro planeta, incluida la distribución de magma en los volcanes, y ayudar a predecir mejor los movimientos tectónicos y los terremotos.

Como el GOCE quiere obtener una precisa cartografía, también debe mantener una órbita uniforme porque las mediciones se basan en el tiempo en que tarda un fotón de luz en ir hasta la Tierra y volver. "Si no sabemos con exactitud dónde se encuentra el satélite, los datos que obtenga no podrán ser exactos", resume Danilo Muzi, jefe de la misión en la ESA. "Hay que asegurarse de que la nave vuela siempre a la misma altura, con una precisión de pocos centímetros", reitera Víctor Rodrigo, director de la empresa española Crisa, que se ha encargado de construir el sistema eléctrico del motor. El equipo de propulsión no tiene ni una parte móvil para reducir la vibración al máximo.

IMPULSO IMPERCEPTIBLE Los motores iónicos como el del GOCE, que aceleran poco a poco pero de una forma constante, hasta alcanzar grandes velocidades, son ideales para misiones muy lejanas en las que el tiempo es un factor secundario. Obviamente, no es el caso de este satélite. "Por una parte, el GOCE necesita un impulso duradero porque, a la altitud en la que se encuentra, acabaría cayendo sobre la Tierra --prosigue Rodrigo--; por otra, necesita que sea imperceptible, sin las sacudidas típicas de los combustibles químicos". Crisa también es responsable de la unidad de acondicionado y distribución de potencia.

El GOCE es el primer satélite científico de un año extraordinariamente fecundo para la ESA, quizá el más completo de su historia. En el presente ejercicio habrá cuatro sondas más.