Fascinante, interesante, divertida, instructiva... La exposición Extremadura en sus páginas, del papel a la web , que se ha inaugurado esta semana en el centro cultural San Jorge de Cáceres, agota los calificativos. Esta exposición y la titulada La fotografía en Extremadura (1847-1951) , celebrada en el Meiac en el año 2001, son los dos hitos expositivos del siglo XXI que han aportado más caudal al conocimiento global de Extremadura. El tercer hito está próximo: tendrá lugar el próximo año, cuando Caja de Extremadura celebre en Cáceres una exposición global sobre la historia de la región.

Del papel a la web se ha convertido en la exposición de los colegios. El cupo de visitas escolares durante su estancia en el Meiac se agotó en unas horas: 82 colegios pacenses colmaron las reservas. Muchos institutos y escuelas se han quedado sin visitarla y acudirán a Cáceres, donde se juntarán con los centros educativos de la provincia cacereña. Hasta el 26 de diciembre permanece la muestra abierta. Durante un mes, las calles de la parte antigua cacereña se llenarán de escolares.

INCUNABLE DE CORIA La exposición, con sus cuadros, sus libros, sus vitrinas, sus viejas maquinarias de imprenta y su amplia sección de nuevas tecnologías visuales e informáticas entretiene, forma y estimula a todo el mundo. Además, permite conocer hechos curiosos, libros raros, reliquias valiosas... Se exponen manuscritos budistas, facsímiles del mapa de Ptolomeo sobre la Hispania romana, inscripciones romanas emeritenses, un excepcional manuscrito visigodo: Vitas sanctorum patrum Emeritensium , textos manuscritos árabes de Hornachos, un códice de principios del XVI que recoge las leyendas y milagros de Nuestra Señora de Guadalupe, un incunable editado en Coria...

Hay grabados de Durero, un plano de las casas y de la cárcel de la Inquisición de Llerena, el óleo La prueba del fuego de Berruguete, la edición del Lazarillo encontrada por azar en Barcarrota, un ejemplar del periódico cacereño Los Españoles publicado en 1842, un ejemplar del extremeño método Rayas para aprender a escribir, una bella estampa de la subida al santuario de la Montaña de Cáceres en 1859 con el viejo puente de San Francisco en primer plano.

La exposición es francamente entretenida y su catálogo es ya imprescindible para quien esté interesado en la historia de Extremadura. Destacan las introducciones de Juan Gil y Fernando Tomás Pérez González, comisarios de la exposición. De Fernando Pérez, el recientemente fallecido director de la Editora Regional, se ha dicho ya casi todo. Ahora, lo que queda es su trabajo. En particular esta introducción, que se convierte en un caudal de datos rigurosos y hechos contrastados que arrojan luz sobre el libro y la imprenta en Extremadura en la época moderna, desde el siglo XVIII hasta 1936.

Cuenta Fernando Pérez que Cáceres, a pesar de que no tuvo imprenta hasta muy tardíamente, en 1822, contó durante la segunda mitad del siglo XIX con buenos establecimientos tipográficos. En 1920, por el número de imprentas y sobre un total de 49 provincias españolas, Badajoz ocupaba el puesto 26, igualada a La Coruña y Toledo, y Cáceres el puesto 31. El catálogo recoge una estadística de las imprentas de Extremadura durante el siglo XIX tomando como fuente el catálogo del patrimonio bibliográfico nacional.

Según éste, en 1802 se abría en Badajoz la imprenta Viuda de Marín e Hijo y en 1814 se inauguraba en Plasencia la de José Cordero. En 1822 se instalaba la cacereña de Miguel Burgos, cuando en Badajoz ya habían abierto siete imprentas durante ese siglo. Sin embargo, la capital cacereña, recuerda en su trabajo Fernando Pérez, destacó por la publicación de trabajos pedagógicos a raíz de la creación en la ciudad de un instituto de segunda enseñanza en 1840. Así, en los talleres de Concha y Compañía se editarían las Nociones de Química de Florencio Martín o el Curso elemental de Física de Pinaud, impresos ambos en 1847.

También es muy interesante la historia de la primera casa editorial extremeña con proyección nacional, fundada en Serradilla por Agustín Sánchez Rodrigo. En 1904 consiguió los derechos del método Rayas para aprender a escribir, llevó una imprenta a lomos de caballerías desde la estación de Mirabel, hizo el primer mailing exhaustivo de que se tiene noticia en Extremadura, enviando un ejemplar de Rayas a cada maestro español, y acabó vendiendo 54 millones de ejemplares y convirtiéndose en el método de aprendizaje de lectura de tres generaciones de españoles. Una historia fascinante, tanto como esta exposición.