Aunque pueda parecer chocante, los españoles preferirían que un hijo se casase con un inmigrante antes que alquilarle un piso. El 72% aceptaría sin rechistar la primera situación y solo el 53% darían el visto bueno a la segunda, según una encuesta encargada por el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia que ayer fue presentada por la secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí.

"¿Qué ocurre? ¿Los españoles aprecian más sus propiedades inmobiliarias que a la familia teniendo en cuenta el precio al que están los pisos? ¿O simplemente son conscientes de que pueden decidir a quién se arrienda la vivienda y no con quién se casan los vástagos?" El sondeo no responde a estas dudas, pero si explica, en cualquier caso, las dificultades con que topan los extranjeros para acceder a viviendas en condiciones de habitabilidad homologables.

El estudio está lleno de paradojas. La percepción global de la inmigración como un fenómeno positivo ha aumentado en el último año, por ejemplo, pasando del 65% al 69% de aprobación entre los ciudadanos, pero la gran mayoría de los encuestados, el 61%, siguen creyendo al mismo tiempo que el número de extranjeros es excesivo.

"En estas cuestiones las respuestas siempre son complejas y la interpretación nunca es fácil", advirtió Rumí, para quien la percepción de que hay muchos inmigrantes se debe a "la rapidez con que se ha producido en España la llegada de un enorme número de extranjeros".

El sondeo corrobora que la gran mayoría, el 75%, considera que los extranjeros contribuyen a la riqueza y una proporción similar ve bien que sigan llegando, aunque, eso sí, con el contrato legal, en función de las necesidades del mercado laboral.