Ante un toro de muchísima exigencia, Antonio Ferrera dictó una lección de lo que es la verdad y la grandeza del toreo. Cuajó a ese toro, de nombre Platino, un animal que ha marcado el cénit de toda una vida dedicada a este arte que endulza los corazones de los aficionados y que ha engrandecido a la cultura española, de la que es parte consustancial.

Y aunque Paco Ureña paseó también una oreja, el otro gran triunfador de la tarde fue Victorino Martín, que lidió una corrida de gran personalidad, encastada, ante la que no fue fácil estar pero de las que encumbran a quien sí planta cara a estos toros que son un regalo para la fiesta brava.

Platino saltó al ruedo en cuarto lugar y su embestida en el recibo capotero de Antonio Ferrera fue el mejor ejemplo de lo que es consustancial a este encaste: humillaba pero también tobilleaba. Toro bravo en el caballo -derribó en el primer encuentro-, fue magnífica la forma en la que Ferrera lo llevó para la segunda vara. Sabio y efectivo el torero corriendo las dos manos.

Invitación a Montuliú

Y bonito detalle, de esos que solo suceden por su sensibilidad cuando Ferrera invitó a José Manuel Montuliú a compartir con él el segundo tercio, cuando se van a cumplir veinticinco años de la cogida mortal de su padre, el gran Manolo Montoliú. Y el hijo lo recordó en la preparación, en ese irse andando al toro, que le prendió por la taleguilla y lo volteó sin consecuencias. Buen tranco del animal.

Tenía mucho que torear el victorino. Sin dudarlo, lo llevaba Ferrera pero el burel se revolvía. Toro fiero, de los de echar la moneda al aire, de los que no admiten una duda. Valentísimo el torero, apostó con decisión. Allí no había belleza pero sí una gran entrega, la de jugarse la vida, la de poner el corazón en cada espera, en cada muletazo, en cada embroque y en cada revolverse del animal. Series al natural y una con la diestra muy emotivas. Faena de grandísimo mérito, a más, de un torero de una madurez deslumbrante. El valor, la cabeza, la decisión, el aguante y la destreza habían alumbrado una obra meritísima ante un toro con el que muy pocos toreros serían capaces de estar ante él. Estocada trasera y muerte de bravo del animal.

Pasaba levemente de la media tonelada el toro que abrió la corrida y el público prorrumpió en una ovación. Era un animal precioso, cárdeno, tocado de pitones, casi más en Santa Coloma que en Saltillo. Toro en victorino en el capote, metía la cara pero reponía. Derribó al caballo en su primera entrada.

Tercio de banderillas compartido con Manuel Escribano. Inicio de faena con la diestra y en redondo, sin más, sin acabar de bajarle la mano. Segunda tanda desigual, no terminaba el victorino de emplearse. Al natural, toro a peor, le faltó fuelle. Muy dispuesto Ferrera, valiente en cercanías, pero sin poder lucir. Pinchazo y estocada.

A porta gayola se fue Escribano a recibir a su primero. Largo, ensillado, cárdeno, tardó en arrancarse en la amplia puerta de chiqueros de la plaza maestrante. Toro agradable por delante, más en Saltillo, hozico de rata.

Tercio de banderillas también compartido. Incierto en la muleta, con esa mirada que tanto impone, más pendiente del torero que de seguir el engaño. Se le acostaba por ambos pitones y se quedaba corto. De los victorinos de hace treinta años, se las hizo pasar cánutas al diestro.

Cárdeno y acapachado el quinto, humilló de salida sin acabar de desplazarse. Se dejó en el caballo. Buen tranco en banderillas. Intenta someterlo de inicio y buena primera serie con la diestra, clase del toro y temple y hondura en el toreo de Escribano. Así iba desgranando la faena, otras dos tandas por ese pitón derecho, menos acople al natural y retorno a la diestra. Toro de muchísima clase, de lentas y humilladas embestidas, y faena no rematada con los aceros.

Cárdeno el tercero, no muy aparatoso por delante, largo de esqueleto y cuello, humilló un montón en el capote de Paco Ureña. Muy bien picado por Pedro Iturralde.

Toro muy soso

Inicio de faena llevando al animal, que adolecía de falta de entrega. En redondo, toro muy soso, tomaba el engaño pero tenía un mal final del muletazo, no seguía la tela hasta el final. En esas estaba el murciano cuando sacó una buena serie por el pitón derecho. Siguió con naturales de frente, cruzado, de uno en uno y de mucho sabor. Gran estocada y oreja. Paco Ureña había estado muy por encima de un toro desrazado, al que dio todas las ventajas y ante el que nunca perdió la fe.

El más ofensivo fue el sexto, también humillado pero tobillero de salida. Dos puyazos traseros, gran quite de Ferrera por chicuelinas y zarrapastrosos lances de respuesta de Ureña.

Por abajo, rodilla en tierra, sometiendo al animal, comenzó la faena. Siguió en el tercio, toro al que había que llevar y no dejarle tocar la muleta. Faena intermitente, con revolcón incluido, sin consecuencias.

Tarde inolvidable la que se ha vivido en Sevilla.