El empresario y director teatral José Tamayo murió ayer en Madrid, a los 82 años, tras una repentina enfermedad respiratoria por la que tuvo que ser ingresado en una clínica madrileña.

Tamayo, empresario del madrileño Teatro Bellas Artes y uno de los nombres fundamentales del teatro español de la segunda mitad del siglo XX, falleció sobre las diez de la mañana en el Hospital Madrid.

La desaparición de José Tamayo, una de las más importantes figuras del teatro español contemporáneo afecta directamente al Festival de Teatro Clásico de Mérida, pues en el escenario del teatro romano el director y productor llevó a cabo, durante muchos años, sus más grandes y espectaculares montajes, para pasar a ser un personaje indiscutible en la historia de este acontecimiento cultural y, además, el director que más presencia ha tenido en su escenario, hasta 17 montajes en un periodo comprendido entre los años 1954 y 1990.

TRAS LA GUERRA

Según la información facilitada por el festival emeritense, en el año 1954, cuando se reanudaron las representaciones tras la guerra y postguerra españolas, Tamayo dirigió la versión que José María Pemán hizo de Edipo y de descubrir para Mérida y para el teatro clásico español a quien se convertiría en pocos años en uno de los grandes actores de nuestro país: Francisco Rabal.

Tamayo, formado en el TEU de Granada, llegó a Madrid y comenzó a figurar en las principales carteleras de los teatros con obras espectaculares y novedosas. Fue el único en su época que introdujo en el teatro los métodos empresariales modernos. La figura del productor, desconocida entonces, la ejerció con éxito hasta su muerte. Poseía las dotes y el olfato para triunfar.

Fundó y dirigió durante muchos años la compañía Lope de Vega y la transformó en una potente sociedad. Llevó a cabo montajes de todo tipo, aunque tuvieron especial relevancia sus versiones sobre textos clásicos, con las que triunfó en Mérida. Mitos como Edipo, Otelo y Medea, personajes históricos como Calígula, Julio César ("aún se le recuerda por este montaje", dijo a este diario Jorge Márquez, director actual del festival emeritense) y Cleopatra llegaron de su mano por primera vez al Festival de Mérida, que en 1994 le dedicó un merecido homenaje, programó Calígula , de Camus y colocó una lápida conmemorativa en el Peristilo del recinto.

Al festival de Mérida "lo consolidó e hizo que el público acudiera a él masivamente y descubriera que el teatro podía ser un espectáculo. Su estilo grandilocuente ha sido una de las claves de su éxito como director", dijo Márquez.