A finales de septiembre, Alejandro le contó a la psiquiatra que le atendía que, a sus 12 años, era un estorbo y quería quitarse de en medio. “Si me pegan es porque he hecho algo malo”, afirmaba. Tras esa confesión se ocultaban años de vejaciones y agresiones, un periodo de tranquilidad después de un cambio de colegio y, de nuevo, el trauma de encontrarse a sus presuntos acosadores, adolescentes, en su misma clase al llegar al instituto. El recibimiento de sus compañeros fue una nueva agresión que le causó lesiones en espalda y cuello. El menor dejó de acudir a clase el 21 de septiembre, permanece recluido y sedado en casa, y ahora sus padres han solicitado una orden de alejamiento contra el único de sus acosadores imputable por tener 14 años.

Su madre, Inmaculada Rivas, relata entre sollozos la situación dedesamparo en la que le han dejado las autoridades escolares deAlmería y de Olula del Río, el pueblo donde residen. Ahora mismo, insiste, en cualquier caso su prioridad es su hijo. “Tiene que estar vigilado las 24 horas del día por recomendación de la psiquiatra, no le apetece hacer nada, y por las noches tiene pesadillas, ha vuelto a orinarse en la cama”. Ha perdido mucho peso y a duras penas se mantiene en los 32 kilos. “No es mi hijo, mi Alejandro es un niño alegre”, señala. Desde el Ejecutivo regional insisten en que elprotocolo de acoso escolar se activó nada más conocer la denuncia.

"ROGABA NO IR AL COLE"

El calvario de Alejandro, adelantado este lunes por el diario 'El Mundo', empezó con 8 años, a los pocos días de ser diagnosticado de un retraso metal leve, inferior al 33%. Un día le desaparecíanlos lápices, otro los cuadernos… Él callaba ante los reproches de despiste por parte de sus padres. Pero empezó a volverse retraído, asustadizo, y los progenitores sospecharon que pasaba algo. Decidieron preguntarle. “Se echó a llorar, me contó que le pegaban e insultaban en el cole, y cogiéndome de la mano, me rogó que no le obligara a regresar a la escuela porque le trataban muy mal”.

Inmaculada logró cambiarle de centro educativo, donde rápidamente se rehizo. El problema llegó cuando iba a finalizar Primaria en el colegio. El pasado mes de febrero volvió a encontrar a sus supuestos acosadores por la calle. “Le pidieron dinero, y al no dárselo, le propinaron una paliza”. Ella denunció la agresión, pero la denuncia quedó archivada porque los menores no eran imputable, según le dijeron. Aconsejada por un abogado, trata de reconducir el tema por la responsabilidad de los progenitores.

Alejandro volvió a caer en una depresión y empezó el tratamiento psiquiátrico con antidepresivos porque veía su panorama: acababa la Primaria y tendría que encontrarse a los agresores en el instituto. Los padres se movieron y, con la ayuda de los servicios sociales y los responsables del colegio, lograron que el instituto se comprometiera a poner en marcha el protocolo de acoso para cuando el menor ingrese en septiembre. “Alejandro no quería empezar, quería repetir sexto de primaria, para no encontrárselos”. Uno de los días, al notarle excesivamente nervioso tras una "desgarradora" despedida del tutor del colegio, los padres le encontraron varias notas de despedida escondidas en su cuarto, en las que manifestaba su deseo de acabar con su vida.

SENTADO JUSTO DETRÁS

Según Inmaculada, la dirección del instituto le reiteró los mensajes de tranquilidad e insistieron en que el asunto estaba controlado, ni se cruzaría con la pandilla de lque 5 o 6 menores que ejercía el bullying, y con esa esperanza trabajaron todo el verano en convencer al niño de que fuera a clase. “Pero la sorpresa fue que cuando vuelve del primer día de clase, me dice que tres de los niños han repetido curso y están en su clase, uno de ellos incluso detrás de su asiento”. Y de nuevo los disgustos. “Un día fue un empujón en gimnasia que nadie vio, pero al día siguiente, uno de ellos lo cogió del cuello y le empujó contra la pizarra, y no lo soltó hasta que una de las profesoras pudo liberarlo”. El resultado, una lesión de cervicales y espalda.

Fue tras esta nueva denuncia ante la Guardia Civil, el pasado 21 de septiembre, cuando descubrieron que no se había iniciado el protocolo escolar por acoso, que se activó cuatro días despuésde la última agresión. Los padres denuncian que ha habido un “vacío” y que el equipo directivo del instituto --que este lunes no atendía el teléfono-- no ha adoptado medidas de prevención. “O no se ha adoptado el protocolo o se ha adoptado mal”, claman. Una desatención mayor dado que tras darse a conocer el caso de Alejandro en un diario local, otras dos familias han denunciado también agresiones a sus hijos el pasado año en el mismo centro. Uno de los casos un abuso sexual grabado en video y que también fue archivado por la minoría de edad de los supuestos acosadores. La Fiscalía de Menores ya ha abierto diligencias para esclarecer el caso y los padres de las supuestas víctimas reclaman el traslado de centro de los presuntos agresores.