TEtn mi añorada Sevilla, entre las iglesias de San Pedro y Santa Catalina, se encuentra la posada más antigua de España, todavía en activo. Santa Teresa de Jesús y varios reyes han sido algunos de sus ilustres moradores. Estas vacaciones me la enseñaba mi amigo Luis , recepcionista de la Posada del Lucero, y me explicaba que aún se conservan elementos de su antigua estructura y disposición de habitaciones. Pero lo mejor es que los viajeros pueden disfrutar de un curioso inquilino.

--Dicen que hay un fantasma. Una niña que llora. Las camareras sienten una presencia cuando limpian determinadas habitaciones. Pero yo no he oído nada.

Lo cierto es que los antiguos propietarios del inmueble, los vecinos y la gente que conoce la Posada del Lucero comenta la existencia de este morador desde antaño. Y es que en este país para que un lugar sea de postín necesita una leyenda, un espectro que lo autentifique y ríete de Afinsa. Lo mismo pasa en la playa, donde los fantasmones no llevan cadena sino el bañador por encima de la tripa o por debajo, pero que siempre te escupe en el cogote que se encuentra en tal o cual hotel o que tiene un yate o un chalé en la sierra de Cazalla. La sociedad de la ostentación y su hoguera de vanidades está a tiro de piedra estos días. El verano es campo abonado para señoritos que de alojarse en un hotel, mejor que éste tenga fantasma, porque si no, no es de su categoría. Ole por el arte de las posadas sevillanas. Que venga Iker Jiménez y lo vea. Refrán: En la playa y en la sierra hay mucho tontaina dando guerra.