TPtánico en Santa Amalia. Este pueblo de regadío aún no se ha repuesto de sus noches de muertos vivientes. Una jovencita del lugar que venía de Don Benito observó una figura siniestra que cruzaba la carretera camino del cementerio. Aceleró con el alma en vilo, pero no pudo evitar una visión sobrecogedora: el peatón se giró justo cuando ella pasaba y pudo distinguir una cara descompuesta, unos ojos relampagueantes, un cabello flamígero, un rictus de dolor y de sadismo que no olvida.

Otro conductor confiado llegaba desde Cáceres cuando los cuatro fantasmas del apocalipsis se reencarnaron junto a la puerta del camposanto. Eran cuatro sombras oscuras e indefinidas. El coche se aproximaba. Las sombras se revolvían. El vehículo parecía querer calarse. Las sombras crecían vampíricas transformándose en cuatro capas oscuras como la muerte, envolventes como la peste. El conductor creía enloquecer descompuesto por el miedo y las cuatro capas draculianas dejaban ver cuatro caras carcomidas, cuatro máscaras craneales, cuatro almas en pena vagando sin rumbo por el arcén. En pocos días, la leyenda se ha extendido por la comarca y hay quien asegura haber visto un cadáver levitando sobre una laguna oscura.

Afortunadamente, la Guardia Civil tomó cartas en el asunto y tras diez días indagando ha descubierto a los muertos vivientes: cuatro gamberretes del pueblo que han sido convenientemente resucitados por la Benemérita. Si Bono quiere crear una brigada cazafantasmas ya sabe dónde la tiene: en Santa Amalia.

*Periodista