No ha podido ser. Lo intentaron los egipcios, sin éxito. Luego los griegos, y fracasaron. Lo intentaron los cristianos, y mi gozo en un pozo. No podemos ser felices. Se diría que la humanidad no da una a derechas, pero no. Mira Italia, que no ha dado una sino tres veces en la derecha, aunque eso sólo haga feliz a Berlusconi . Un estudio llevado a cabo por la unidad de Fisiología Humana de la Universidad de Medicina de la Complutense ha puesto en claro que el gran problema del hombre radica en su cerebro, que no está diseñado para la felicidad. Por cosas así el día del Juicio Final Dios tendrá muchos asuntos sobre los que rendir cuentas. Porque si no podemos ser felices con tantos adelantos ni con tantos paisanos colocados en los ministerios, entonces qué. Para qué tantos kilómetros de autovía, para qué tantos almacenes de IKEA, para qué las compresas con alas. Para descubrir que la felicidad es un pájaro de vuelo breve. Un haiku japonés. Un cuento de Monterroso . Que hay noche antes y después de lo poco que duramos, que dijo Pessoa . Para ese viaje no hacían falta unas alforjas de dos mil años de literatura. De hecho, la literatura es un atajo hacia la infelicidad. Mejor irse con los albañiles. Según ese mismo estudio del que les hablo, hay sólo dos caminos hacia la felicidad: tener la sensibilidad de un Berlusconi o la indiferencia de un santo. Yo he perdido la esperanza de llegar a santo porque el día que dieron esa lección falté a clase, pero sé que es posible la felicidad, aunque sea en porciones, como los quesitos. Como la ministra italiana, la señora Prestigiacomo , tengo mi propio decálogo. Uno: ni casamiento pobre ni muerte rica. Dos: el crusaito. Y así sucesivamente.