Dicen que a veces los toreros echan piropos a la Real Maestranza cuando hacen el paseíllo por lo hermosa que es esta plaza. También, a veces, los que escribimos nos sentimos agradecidos por relatar lo que acontece en ese dorado albero bicenteario. Y más si les contamos que los dos toreros extremeños que ayer hicieron el paseíllo -Antonio Ferrera y Emilio de Justo-, cada uno a su manera, dejaron su impronta en Sevilla y dieron categoría al toreo de nuestra tierra. Antonio paseó una oreja de mucho peso, y Emilio se puede decir que ayer dio cuenta de su importancia y de lo que es este torero por su concepto y por su forma de sentir el toreo.

En la esperada corrida de Victorino Martin hubo de todo, sin que nada acabara de resplandecer. Hubo toros que tuvieron mucho que torear, alguno bravo como el primero, varios exigentes pero hubo otros desclasados. Ninguno fue ese toro que, por sí mismo, merece los titulares de una crónica.

Precioso el astado que abrió la corrida, serio por delante, que humilló un montón de salida pero se quedaba cortito y al que Antonio Ferrera le andó hacia atrás ayudándolo, con garbo y eco en los tendidos. Toro que empujó en el caballo como lo hacen los bravos, distinguido en su humillar y meter los riñones.

Brindis de Ferrera al público. Se barruntaba faena cuando el paisano la comenzó por abajo, sometiendo al animal pero llevándolo hacia delante. Pronto en redondo, muletazos lentos. Fijeza del astado, con esa mirada tan propia de este encaste. Pero ojito, había que llevarlo mucho. Se le paró en un muletazo y por el pitón izquierdo tenía el victorino menos recorrido. Estaba Antonio ante el toro ya sobre los pies, y al final con la diestra sin la espada. Toro encastado, que fue acortando sus embestidas más por ir enterándose que por falta de entrega, que tuvo una bella muerte de bravo y con el que estuvo importante Ferrera, pero al que no mató a la primera.

Acucharado de cuerna el cuarto, se quedaba corto en el capote y se dejó en el caballo.

Brindis de Ferrera a la infanta doña Elena, que olé por ella por estar en los toros en Sevilla, engrandeciendo la fiesta. Comienzo sabio doblándose con el burel. Era lo propio para desengañarlo y decirle quién mandaba. Mucho motor el del toro y mucho mando de Antonio, los muletazos tenían importancia. Serie muy lograda con la diestra, corría la mano por abajo, que era lo que pedía el victorino. Toro con mucho que torear, encastado, que no permitía ni una duda y que embestía con fiereza. Firme el torero, que apostó por un toro muy exigente, toques livianos, como procedía, buen llevar y ligazón. Faena de peso premiada con una oreja.

Aunque sin premio la tarde de Emilio de Justo, también tiene mucho que contar. Por todo: por su forma de estar en la plaza, por su bien entender los toros de Victorino, por la pureza de su toreo, en el que se juntan arte y destreza. Todo lo hizo bien Emilio con dos toros muy desiguales, como también es la espada del paisano.

Era estrecho de sienes el tercero, un punto ensillado y también terciado, y no se dejó torear con el capote. Destoreaba el viento. Tercio de banderillas en el que el toro iba por arriba.

Brindis también de Emilio de Justo a la Infanta doña Elena e inicio de faena por abajo, por donde hay que someter a los toros. En redondo, dos muletazos a cámara lenta. Toro con mucho que torear y toreo magnífico, que brotaba despacito. Emilio no abusaba de los toques. Sonaba la música, esa banda del maestro Tejera que engrandece lo que se hace en el ruedo. Cuatro naturales lentitos. Buena planta, buen estar y buen llevar, faena a un toro nada fácil por sus embestidas desiguales pero la colocación, el aguante y el sentido del temple desengañaron al victorino. Y como estábamos en la plaza de Manolo Vázquez, muletazos finales de frente a pies juntos. Pero, ¡ay la espada!

Largo y alto de agujas, no muy aparatoso por delante pero con cuajo el sexto, al que toreó con primor Emilio de Justo, muy bien cuando lo llevó a la verónica rodilla genuflexa, y muy requetebién las dos medias de remate.

De Justo tenía una papeleta porque el toro alumbraba poquita entrega. Pero muy a propósito, le toreaba a favor, racano el animal pero generoso el torero. Así, algunos naturales tuvieron importancia por el trazo y la despaciosidad. Entrega del de Torejoncillo sin que en aquel pozo hubiera agua.

Manuel Escribano tuvo un lote poco propicio. Un primer toro con sentido y complicado, y un quinto engañoso porque se movía, pero sin clase.

Y lo dicho, Extremadura sigue diciendo, y mucho, en las principales ferias del orbe taurino.