Ayer, en la corrida que cerraba la feria, la gente salió con la sonrisa que brota en las grandes tarde de toros. Fue la de Zalduendo una corrida brava sobre todo y con ella los toreros estuvieron cumbre en diversos pasajes. Cuando arrastraban al primer toro, pensábamos que los ganaderos deberían pensar en poner una placa a los toreros en la placita de tientas; un recordatorio que dijera algo así como: "a Ponce, que se inventó al toro tal-"

Porque el valenciano se inventó al toro que abrió la corrida, tan noble como justo de fuerzas y de raza. Pero lo hizo poco a poco. En la muleta le fue dando sitio y tiempos. Le ayudaba siempre a ir hacia delante, pues listo, el poco empuje del animal lo compensaba dejando un punto retrasada la muleta. La faena fue tomando cuerpo y se hizo bella por momentos. Pero a medida que iban arrastrando al segundo, al tercero, y sobre todo al cuarto, también pensamos que los ganaderos merecen a veces reconocimiento en correspondencia a los toros que crían con esmero. Ayer lo merecía Fernando Domecq.

Ese cuarto fue un toro muy enrazado, que pedía un torero que no le volviera la cara. Lo tuvo en Ponce, sublime en diversos pasajes de una faena siempre a más y muy completa. Fue una labor muy larga, que inició sometiendo al toro por abajo, con unos doblones que de ser la respuesta a un porqué, tuvieron gran belleza.

Siguió el torero con la mano diestra, con la geometría a él consustancial, un punto al hilo del pitón y la muleta siempre puesta. Así brotaron varias series en redondo muy hermosas, muy sentidas por el diestro y muy clamorosas para el tendido. El final fue clásico en este artista, con lo que ahora llaman las poncinas, que son a unos muletazos circulares de rodilla genuflexa.

Ferrera estuvo en su línea, de torero entregado, haciéndolo todo y luciendo en los tres tercios de la lidia. En su lote entró un primer toro bravísimo, que fue el segundo, al que con generosidad perdonó un segundo puyazo. Fue un animal muy exigente al que el torero jamás perdió la cara, conectando con los tendidos, sobre todo en banderillas. La faena tuvo entrega y ligazón.

El quinto fue también un buen toro pero al final se vino a menos. También lo cuajó Ferrera con los palos y lo llevó con limpieza por ambos pitones, para cobrar una estocada magnífica, tal vez la estocada de la feria.

Y lo de Perera ante el tercero, efue para enmarcar. Fue un toro bravo también, pero más templado, al que hizo un faenón. Se vio ese toreo tan exigente, que embarca a los toros muy por delante y los lleva por abajo muy hasta donde da el brazo. Fueron tremendos por hondos y largos los naturales, como inmenso fue el final de faena, en corto, jugando la cintura, impávido el diestro.

El sexto fue el peor del encierro. Perera brilló también a gran altura sobreponiéndose a una embestida descompensada, para porfiar cuando el astado se rajó con descaro.