TMtanolo Escobar presumió hasta sus últimos días de las tres únicas mujeres que había habido en su vida: su madre, María del Carmen; su esposa, Anita Marx, y su hija, Vanessa. María del Carmen Escobar le trajo al mundo en El Ejido (Almería) junto a sus otros nueve hermanos, aunque hubo nueve más que no pasaron del parto. El quinto de los García Escobar mamó el espíritu familiar mucho antes de que su padre, que había cambiado la tradición agrícola de sus antepasados por la hostelería, decidiera llevarse al clan al completo a vivir a Badalona. ¿Quién mejor que sus hermanos para acompañarle por los tablaos del Barrio Chino de Barcelona donde empezó a cosechar sus primeros aplausos? Salvador, Baldomero, Juan Gabriel y José María formarían parte de su éxito como quien comparte responsabilidades en una empresa familiar.

Hombre de una pieza y de principios básicos e inamovibles, Manolo se mantendría fiel a los suyos a lo largo de su vida. La abrumadora popularidad que le aportaron sus canciones y sus películas no logró alejarle de ese impulso racial y hogareño, que posteriormente reproduciría en la familia que creó junto a la alemana Anita Marx.

No estaban hechas para él la sofisticación ni las ganas de especular. Ajeno a las dudas que suelen rodear al amor, para encontrar a la mujer de su vida solo necesitó un instantáneo flechazo con una rubia teutona en el club Fiesta de Playa d'Aro. Corría 1959 y él tenía 28 años. Tres meses más tarde, sin apenas haber cruzado dos frases seguidas debido al mutuo desconocimiento de sus idiomas, la pareja se casaba "para siempre" en Colonia (Alemania), para escándalo de los padres de la novia, que no entendían qué había visto su hija en aquel cantante de coplas español tan simpático como inaccesible.

Compañero en la gran pantalla de deseadas damas del celuloide nacional, Escobar ejerció durante años un importante influjo erótico sobre la población femenina. Pero con él pinchaban en hueso todas las tentaciones de adulterio que le llegaban, que no fueron pocas, según aseguran quienes le rondaron en la época del destape, la más prolífica de su filmografía. Años más tarde se quejaría de lo incómodo que le resultaba ensayar una y otra vez los besos que, por exigencias del guion, debía soltarles en la boca a las actrices con las que compartía reparto.

Que no, que para él solo había una mujer que le iluminara la cara y le estaba esperando en casa. Hasta que en 1978 llegó a su vida su hija Vanessa, y Manolo y Anita se convirtieron en una de las primeras parejas que llevaba a cabo una adopción legal en España. A su ojo derecho le dedicaría una canción y todas las atenciones que no malgastaba fuera de casa. Según repetía en todas sus entrevistas a la largo de años, de puertas adentro encontraba todo lo que necesitaba. JUAN FERNANDEZ